Con casi 600 mil documentos resguardados en sus bóvedas, la Fonoteca Nacional contiene la memoria histórica de México. Ya sea en sus archivos físicos o digitalizados, conservan los sonidos a través del tiempo, desde grabaciones radiofónicas hasta los únicos 20 minutos que se tienen de la voz del pensador y poeta mexicano, Alfonso Reyes.
Este proyecto iniciado en 2001, pero abierto al público en 2008, es actualmente dirigido por el también director editorial en Ediciones Gato Negro, Pável Granados, con quien pudimos platicar sobre la importancia del recinto, tanto para la preservación patrimonial, como para la formación de una identidad que se sigue construyendo a través de los sonidos.
¿Por qué es importante la Fonoteca Nacional?
Históricamente, el libro ha tenido una prioridad conceptual, es el fetiche del conocimiento, como si solo el libro pudiera albergar el conocimiento y nada más. Poco a poco, han surgido los archivos como una manera de conocimiento. De un tiempo para acá, se han visto los archivos de los escritores: sus cartas, manuscritos, no solo libros. Eso ha hecho que los acervos sonoros también tengan una importancia. Se ha visto no nada más como una cosa comercial, sino como un receptáculo del conocimiento, una forma moderna de acercarte al mundo, que no te la da el libro. Porque no es lo mismo tener un libro de algún autor, que escuchar su voz.
¿Cuál es el proceso para que un audio sea aceptado por la Fonoteca Nacional?
Antiguamente se hacía una convocatoria para que la gente trajera sus audios. Lo que ahora hemos hecho es que la gente nos propone colecciones, el área de investigación se encarga de hacer una valoración de esas colecciones, las describen, hacen un estudio, nos dicen si ya los tenemos, porque no podemos estar aceptando discos repetidos, por cuestiones de espacio. Entre todas las áreas de la Fonoteca, vamos viendo cuánto costaría traerlos, si tenemos espacio para ese tipo de soportes, si tiene un valor histórico, si son únicos y vamos ingresando esas colecciones. Los periodistas que nos traen sus acervos, coleccionistas de discos, documentalistas sonoros, gente que heredó cosas antiguas y que piensan que tienen un valor histórico, y con todo eso, hacemos periódicamente un comité curatorial.
¿De qué manera consideras que los sonidos de la CDMX dan identidad a los citadinos?
La palabra identidad es compleja, pero creo que de algún modo sería uno de los ingredientes. Los sonidos serían esas cucharadas que absorbemos, que nos nutren y nos van dando un sentido de pertenencia. Sabemos a qué suena nuestra ciudad, sabemos qué tipos de motores hay, qué tipo de aves. Una de las cosas que nos hace pensar que estamos en otro lado son los sonidos. El paisaje sonoro de una ciudad es como el inconsciente sonoro que todos tenemos, quizá no sea la identidad, pero sí uno de los componentes. También nos hace pensar que lo debemos cuidar (al paisaje sonoro), porque es parte de nuestra ecología. El día que no oigamos pájaros, organillos, nuestra forma tan cantadita de hablar, el día que no escuchemos comunidades indígenas en la CDMX, perderemos un poco de nosotros mismos.
Foto: Alejandra Carbajal.
En una frase, ¿cómo describirías este paisaje sonoro de la CDMX?
Estridente, enfermizo, delirante, pero entrañable.
¿Cuál es tu sonido favorito de la CDMX?
Me gustan los sonidos de los viejos oficios que todavía permanecen. Vivo en una colonia que, a pesar de la gentrificación, es en muchos aspectos como un barrio, todavía puedes nacer y morir en la misma calle porque hay clínicas y velatorios. Pasa el afilador, y el que vende los camotes. También cuando hay un buen músico popular que canta en la calle y me dan ganas de llorar. Hace tiempo escuche a una señora que se sentó en el piso con su guitarra y se puso a cantar tristemente unas canciones mexicanas que me transportaron completamente.
¿Cuál es tu opinión de la música mexicana que se escuchará en 2021?
Es muy difícil, se escucha de todo y en todos lados. Yo me subo al taxi y puedes escuchar lo mismo que reguetón que música de banda, canciones rancheras y baladas románticas. Eso puedes decir que es la pobreza de la oferta radiofónica, pero hay muchas cosas, porque vas a los restaurantes y ponen música de orquestas de los cincuenta, pasas por algunas casas y están oyendo jazz. Si uno pasa sin curiosidad por la CDMX, se puede llevar una mala impresión, pero si uno tiene una cierta curiosidad, como ir a las zonas donde viven y bailan los sonideros, te darás cuenta de que existe una amplia variedad. Todavía hay cierta curiosidad por los bailes regionales en escuelas, hay zonas en el centro de la ciudad donde se baila regional y danzas de los pueblos indígenas.
¿Tienes algún grupo o artista reciente que te guste?
Escucho algo nuevo y resulta que es viejísimo, pero no sabía que existía. De pronto oigo reguetoneros porque tengo esa curiosidad medio antropológica y sociológica de saber que está diciendo el reguetón a México, porque quéjese quien se queje, el reguetón sigue subiendo. A mí me interesa el reguetón como fenómeno, no te podría decir ahorita quiénes son, bueno, los que todo mundo conoce sí, pero eso me ha dado mucho en qué pensar. El reguetón es un fenómeno, que yo creo que sí tiene su complejidad, que fue primero del espanto y la histeria de un género que se consideraba lo peor de lo peor, hasta la auto concepción de un clasismo, y luego ahorita, ya estamos tan habituados a él porque el reguetón logró incorporarse a la música pop, que es la música de los de la clase, pues por lo menos aspiracional. Por ejemplo, si Glenn Close perreó en la entrega de los Óscares, significa que ya es parte de una cultura permanente, ya no se puede decir que no existe, que no se disfruta y que no se toma como una anécdota de lo que es la música de hoy.
En el caso de la música que se está generando en este momento, ¿llegará algún día a la Fonoteca Nacional?
Creo que ya tenemos reguetón. Nosotros documentamos y guardamos lo que corresponde a una época, entonces lo que se escucha hoy, va a ir llegando por medio de la radio, producciones discográficas, coleccionistas y en algún momento, dentro de 50 años, que digan ¿Cómo sonaba 2021? Pues van a tener que llegar al reguetón, esa es una cosa que no nos corresponde a nosotros juzgar.
¿De qué manera se determina el valor de un audio para que pueda formar parte de la Fonoteca Nacional?
Es muy difícil porque el valor cultural, artístico e histórico es muy fluctuante. Por ejemplo, lo que hoy puede no tener un valor, después sí. Incluso cuando hicimos un podcast dedicado al reguetón, lanzamos una pequeña polémica de si debíamos o no preservar ese género, la gente decía que no, pero no queremos valernos nada más de eso, tenemos que ir viendo distintos aspectos del valor de una colección. Hay cuestiones de representatividad que sí hay que tomar en cuenta, por ejemplo, las lenguas indígenas, es fundamental que las tengamos nosotros documentadas. También, tener voces de personajes históricos, escritores, artistas, científicos, es importante.
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