Panteones en la Ciudad de México

De estilo gótico –el cual queda de manifiesto en la imponente Capilla de la Santa Resurrección de Cristo Jesús, que data de 1982–, además de tener como primeros ocupantes a los miembros de la comunidad francesa de aquel entonces, fue construido con base en la arquitectura de cementerios franceses como el de Montparnasse y el de Père Lachaise. Uno de los sucesos importantes más recientes fue el funeral de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”, quien reposa al lado de personajes como el investigador Miguel Ángel de Quevedo, el poeta Manuel Gutiérrez Nájera, el historiador Justo Sierra, el expresidente Manuel Ávila Camacho, el actor Mauricio Garcés y las actrices Miroslava y María Félix, esta última, una gran conocedora y practicante de la cultura francesa.

“Los muertos son mis mejores amigos y compañeros”, asegura doña Brasilia al tiempo que suelta una modesta sonrisa. Y es que en este recinto, la señora está muy bien acompañada por figuras fundamentales de nuestra historia.

Aquí descansan los restos de Benito Juárez y de varios hombres de la política y la milicia, así como de personas que murieron durante el siglo XIX. Construido en 1832 como un panteón privado, pronto se convirtió en un cementerio público, pero de costos muy elevados, por eso fue la última morada para las clases privilegiadas de la ciudad.

Hombres y mujeres que han trascendido hasta nuestros días como Ignacio Comonfort, Melchor Ocampo, Ignacio Zaragoza, Miguel Miramón, Tomás Mejía, Miguel Lerdo de Tejada y doña Margarita Maza de Juárez, fueron enterrados aquí, aunque los restos de algunos de ellos fueron removidos en su momento para descansar en otros sitios. Actualmente es un museo de sitio perteneciente a la Secretaría de Cultura de la CDMX.

Entre muros de piedra y de ladrillo se encuentran las tumbas de este cementerio civil, famoso porque aquí mataron a Belisario Domínguez y luego le cortaron la lengua. También es recordado por ser la última morada del campechano Francisco Sosa. Sus tumbas son sencillas, el panteón es silencioso, los visitantes escasos.

Aquellos que lo pisan quizá no lo saben, pero están custodiados por los restos de quienes nos dieron patria.
Actualmente es posible visitar las urnas y las esculturas de los 14 héroes nacionales que tienen allí su casa eterna: Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende, Juan Aldama, José Mariano Jiménez, José María Morelos y Pavón, Mariano Matamoros, Francisco Javier Mina, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Víctor Rosales y Pedro Romero.

Aunque fue concluido hasta 1938, paradójicamente la construcción de este edificio inició en 1906 por órdenes de Porfirio Díaz. Obviamente, el objetivo era muy distinto al que finalmente tuvo, cuando bajo el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas fue habilitado como una estructura que diera sepultura y homenaje a los héroes nacionales del movimiento armado que estalló el 20 de noviembre de 1910.

Como símbolo de la máxima batalla del siglo XX en México, ha sido sede lo mismo de actividades culturales y conciertos de jazz, como de destacadas manifestaciones sociales, seguramente siguiendo la ruta trazada por Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles y el propio Lázaro Cárdenas, quienes reposan dentro de la colosal estructura.

Antes se llamaba Rotonda de los Hombres Ilustres, pero también hay mujeres, aunque sólo sean seis. Entre ellas Emma Godoy y Dolores del Río. Sus más de 100 tumbas sorprenden por los diseños y, por supuesto, por los moradores. ¿Quién iba a pensar que aquí reposan los restos de Agustín Lara, por ejemplo, o de Alfonso Reyes y de Virgina Fábregas? El lugar es apacible. Invita a la reflexión. La tumba de Diego Rivera, con sus alcatraces, es particularmente fotografiable.

Sus fachadas son modestas, pero por lo que se puede observar a través de las rejas que los resguardan, sus interiores evocan el misterio y la majestad de cualquier bosque encantado. Sin embargo, solamente aquellos que tienen familiares reposando en sus recintos tienen el privilegio de entrar a las instalaciones.

Al salir del Metro Panteones, llegamos al Panteón Americano, un cementerio fundado en 1898 sobre lo que alguna vez fue la Hacienda Tacuba, y en el que actualmente, la Sociedad Americana de Beneficencia es la encargada de dar la bienvenida a los difuntos de cualquier nacionalidad, no solamente los de origen estadounidense. Enseguida se encuentra el Panteón Monte Sinaí, el cual es un sepulcro exclusivo para quienes profesan la religión judía.