Por: Natalia Silva
"A ti te hicieron el vudú, el hindú y todos esos. Te vas a quedar sola", fue el ominoso veredicto de Lorena, una adivinadora que me leyó el tarot desde la comodidad de su departamento en Polanco.
Las cartas fueron cayendo sobre la mesa como si estuviéramos jugando a los tazos. Su lectura sonaba más a un discurso aprendido que a adivinación. Justo cuando pensaba eso, ella olió mi escepticismo.
"Tú confía en mi trabajo. Mira, ¿a quién ves en esas fotos?", dijo señalando una pared. "Ella me consultó antes de casarse y ahora con lo de la casa blanca vino por su amuleto", escuché mientras veía en aquella imagen a la mismísima Angélica Rivera abrazando a la mujer que estaba junto a mí.
Cuando me concedió tres preguntas, las utilicé para saber cómo evitar mi solitario destino. Lorena me aseguró que sólo podía ser a través de una limpia que, por suerte, ella me podía hacer.
Entonces me pidió que pusiera las palmas sobre las cartas, cerrara los ojos y dijera la cantidad que podía pagar para contrarrestar el hechizo. Abrí los ojos y me sentí en una mezcla de The Sopranos y Sabrina, la bruja adolescente, e ingenuamente pregunté -ya que no me enseñó el menú- que normalmente de a cómo está el hechizo. Levantando una ceja y viendo algo en las cartas (que definitivamente yo no veía) me dijo que, como el embrujo que me habían hecho era un trabajo como de 6 mil pesos, debía pagar al menos lo mismo para contrarrestarlo.
Le expliqué que sí me interesaba deshechizarme pero no sabía si pagaría esa cantidad, y que ni mi seguro lo cubría. Me dijo que tenía que regresar a hacerme la limpia, pero que antes de irme me iba a dar un amuleto para llevar en la cartera porque la cosa era grave. Fue a la cocina y trajo un pedazo de servilleta con semillas que parecían que iban a atraer más hámsteres que hombres. Me pidió una moneda y, mientras doblaba la servilleta y la impregnaba de su magia (obvio), me vio y me dijo: "Tan bonita y tan embrujada".
Seis horas después, recibí la llamada de un amigo, a quien no había visto en siete años, para saber si quería salir. Aunque no prosperó, básicamente porque él tiene novia (y su nombre tatuado), estaba convencida de que si quería cumplir con el reto, necesitaba refuerzos, pero de preferencia sin una bruja loca detrás.
Como recientemente me mudé, decidí documentarme sobre el milenario arte del feng shui.
Para encontrar el amor, el principio es hacerle cancha y mandarle tu ubicación. Y como no vas a invitar al amor sólo a tomar el té, los cambios se deben hacer en tu cuarto. El objetivo es hacerlo un espacio habitable para dos personas al mismo tiempo (perdón, Newton). Me di a la tarea de vaciar algunos cajones, poner otra almohada y una toalla extra. También hay que evitar guardar cualquier objeto que simbolice trabajo, recreación o ejercicio, favoreciendo el famoso "No tienen tele".
Días después, una de las profecías de Lorena se cumplió e hice un viaje. Era la boda de una amiga. No llevé acompañante para probar mi suerte, pero sí un buen par de zapatos para el slam del ramo.
No faltó el borracho que creyó que iba a ligar, pero terminé sin ramo ni víctima. Cuando me despedí de la mamá de la novia y le reporté el marcador final me dijo: "Mija, en eso del amor, el que busca, no encuentra".
"Amor es más laberinto", escribió Sor Juana; para Outkast "separate's always better when there's feelings involved", y José José sólo le pidió un aplauso cuando lo encontró. Es decir, no es así de fácil, quizás porque sigo embrujada. No puedo decir que lo logré y menos en 10 días, pero las coincidencias que sucedieron en ese lapso me han hecho ver que todo puede pasar. Por lo pronto, conservo el amuleto en la cartera.
Lorena, consejera adivinadora. Horacio 518-1, Polanco. Citas al 5250 8623. Metro Polanco.