Edificios Art Déco en la CDMX
Alejandra Carbajal
Alejandra Carbajal

Los 6 edificios art déco más bellos de la CDMX

Una época marcada por la arquitectura y los edificios más bellos de esta corriente.

Mauricio Nava
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La influencia de esta corriente que conjuga el diseño, la arquitectura y las artes visuales permanece hoy por toda la capital, es tan amplia que estas joyas arquitectónicas merecen toda tu atención. 

Estilo que posee cómo características lo funcional y bien distribuido de la estructura hasta la fachada de las construcciones. Fusiona elementos del arte, diseño y arquitectura en formas geométricas de la naturaleza. Identificable por los ornamentos que se estilizan con la fachada de los edificios.

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Para hablar del Palacio de Bellas Artes debemos trasladarnos al siglo XIX. En ese entonces, el Teatro Nacional fue remodelado con motivo del crecimiento cultural de la Ciudad de México, y ligado a los festejos del centenario de la Independencia de México se construyó un palacio de mármol que ahora es uno de los 50 lugares que debes visitar al menos una vez en la CDMX.

Su historia
Recordemos que el entonces presidente de México, el general Porfirio Díaz, tenía cierto interés por afrancesar la Ciudad de México y la construcción del Palacio de Bellas Artes no libró esta tendencia. Lo curioso de este punto, es que Díaz recurrió a un arquitecto italiano para conseguirlo: Adamo Boari. Como parte de la técnica que estaba de moda, el art nouveau (arte nuevo), Boari utilizó acero y concreto en la construcción del esqueleto, para posteriormente revestirlo con mármol.

Se tenía contemplado un máximo de cuatro años para la construcción, pero debido a que el terreno se comenzó a hundir se retrasó la obra. Posteriormente, en 1910, hubo otro motivo para detener los planes: el estallido de la Revolución mexicana, que hizo que el proyecto se parara indefinidamente. En 1928 se retomaron las obras con Fernando Mariscal como arquitecto, quien sustituyó el estilo art nouveau por el art déco, con la implementación de materiales como el ónix y el mármol. 

En 1932, el entonces secretario de hacienda Alberto J. Pani impulsó la idea para que fuera terminado por completo y así se transformara en un foro dedicado a las artes escénicas y plásticas en la Ciudad de México. Fue a partir de ese momento que el Teatro Nacional tomó el nombre de Palacio de Bellas Artes.

Como dato curioso, las esculturas colocadas en la plaza que se encuentra frente al recinto, diseñadas por el catalán Agustín Querol, originalmente fueron colocadas sobre el cubo de la sala principal del Palacio de Bellas Artes. Cuando la obra fue suspendida, estas representaciones de Pegaso volaron a Palacio Nacional, entre 1921 y 1928. Después, cuando Ignacio Mariscal fue el responsable de concluir el proyecto, detectaron un error de diseño que impidió que las colocaran nuevamente en su lugar original, así que se quedaron afuera.

Más allá de los murales de Diego Rivera
El Palacio de Bellas Artes es famoso no solo por su bella arquitectura, sino por su acervo: alberga 17 murales de artistas nacionales que se elaboraron entre 1928 y 1963. Entre los murales se encuentran El hombre controlador del universo (1934) y Carnaval de la vida mexicana (1936) de Diego Rivera; La Katharsis (1934) de José Clemente Orozco; La nueva democracia (1944) y Tormento de Cuauhtémoc (1951) de David Alfaro Siqueiros; La piedad en el desierto (1942) de Manuel Rodríguez Lozano y otros tantos.

Todas las obras de arte arriba mencionadas son de gran valor histórico. Y también son motivo suficiente para que todo visitante y habitante de la Ciudad de México que desee conocer más acerca de los muralistas de nuestro país, debe considerar al menos una visita al Palacio de Bellas Artes.

Por si el legado de los muralistas no fuera suficiente, el palacio de mármol también alberga al Museo del Palacio de Bellas Artes, del INBAL (antes INBA). Este museo ha permitido que veamos en la Ciudad de México exposiciones como: El París de Toulouse-Lautrec, El París de Modigliani y sus contemporáneos, la controversial Emiliano Zapata después de Zapata, Louise Bourgeois: petite maman y Rojo mexicano: la grana cochinilla.

Y como buen espacio dedicado a las bellas artes, no podían faltar las áreas dedicadas al teatro, la danza y la ópera. Por eso, este palacio cuenta con tres salas; Manuel M. Ponce, Sala Adamo Aboari y la principal, siendo este último teatro el lugar por excelencia para disfrutar de óperas, música de cámara y obras de teatro.

De esta forma, el edificio —con su cortina de cristales diseñada por la casa Tiffany— se ha convertido en una de las mejores sedes para ver el trabajo de grupos de ballet como la Compañía Nacional de Danza y el Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández.

Ya sea para apreciar solo por fuera los primeros trazos de Adamo Boari, entrar para recorrer sus pasillos, disfrutar de las exposiciones que alberga en su museo o gozar grandes espectáculos en su sala principal, este edificio de la Ciudad de México es realmente lo que sugiere su nombre: un palacio —bellísimo— para las bellas artes.

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2. Edificio Lotería Nacional

En este edificio vivió el esposo de la hija de Porfirio Díaz. Fue el primer rascacielos de la capital y uno de los primeros en usar letrero de gas neón. Obra de Manuel Ortiz Monasterio.

Av. Paseo de la Reforma 1, Tabacalera. 5551407000. Metro Hidalgo.

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3. Frontón México

Frontón México es considerado el primer espacio deportivo techado de la ciudad. Punto de encuentro para la élite de los 30. Diseñado por  Teodoro Kinhard y Joaquín Capilla. 

4. Edificio Ermita

Con techo de vidriería diseñado por Diego Rivera y una construcción concebida por Juan Segura Gutiérrez, esta obra albergó; un cine, departamentos y comercios en el llamado triángulo de Tacubaya.

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Si hay íconos arquitectónicos en la Ciudad de México a los que les sobra historia, de entre ellos definitivamente destaca el Monumento a la Revolución, ubicado al centro de la Plaza de la República, en la colonia Tabacalera.

Y es que este recinto se pensó inicialmente para ser el Palacio Legislativo de México, en la época del régimen de Porfirio Díaz. Más tarde, la construcción se pausó debido al inicio de la Revolución Mexicana. Después de la guerra, entre 1933 a 1938, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia rescató la obra inconclusa de Émile Bénard, y junto con el escultor mexicano Oliverio Martínez, le dio forma al monumento que conocemos hoy en día. 

Desde 1938 hasta 1970, el monumento funcionó como mirador y éste permaneció abierto al público de la Ciudad de México por tres décadas; hasta que el elevador para ascender fue clausurado de forma permanente. 

En el año 2010, con motivo de festejos por el Centenario de la Revolución Mexicana, las puertas del interior y del mirador del monumento tuvieron una revolución propia y volvieron a abrirse para los habitantes de la CDMX. 

Esto fue posible gracias al proyecto Revolucionarte (por revolución, evolución y arte). Se trata de un concepto creado por el equipo del Monumento a la Revolución (MRM) para mantener vivo este espacio. El propósito es que la gente se encuentre con una sorpresa en cada una de sus visitas: una nueva exposición, un concierto o cualquier manifestación de arte que puedan tener.

La primera actividad de este programa fue la apertura de la galería Paseo Cimentación, con la exposición de Gottfried Helnwein. “Es una manera de conocer los cimientos del MRM, una estructura de acero –tipo Eiffel– que está un nivel abajo del vestíbulo, y por otro lado es un laberinto subterráneo muy interesante para tener exposiciones de video, audio, foto, muy contemporáneas que sean específicas o que se unan a las manifestaciones de arte que podamos tener en el espacio que se crea entre la cúpula y los cuatro pilares, que permite a los artistas hacer intervenciones en gran formato”, explica Eva López-Sánchez, directora de Promoción y Cultura del MRM.

En diciembre de 2012 inauguraron la primera parte de unas galerías dentro de la estructura: la Galería Estructura 1910, que tiene tres pisos, pequeños auditorios y espacios en donde se ubican instalaciones interactivas que hablan de la historia del monumento.

Descubrir el interior de lo que pudo ser el Palacio Legislativo de México es maravilloso: impresionan hasta los remaches y las figuras simétricas que se observan en la estructura. Pero igualmente cautiva subir el Monumento a la Revolución por su elevador panorámico, que te lleva hasta la parte de las doble cúpula: una de piedra y otra de cobre pintado.

Desde ese punto, en el corredor exterior, puedes observar muy bien los alrededores del monumento, incluso distingues el Palacio de Bellas Artes y el Museo Nacional de Arte. Pero no es lo más alto a lo que puedes llegar. En la cúspide, a más de 65 metros de altura, está la linternilla o mirador: ahí sí te sentirás en la cima del Monumento a la Revolución y desde ahí tienes una de las mejores vistas de la Ciudad de México. 

Quizá una de los puntos más emocionantes de este recorrido es que para llegar al mirador, subes por el elevador original. Éste data del año 1938 y en esa época solo podían utilizarlo el presidente de México y una que otra visita diplomática. "Tiene una trayectoria inclinada y sube entre las dos cúpulas de cobre del monumento”, explica Eva. Definitivamente se siente como un viaje en el tiempo.

Después de recorrer el museo —ubicado en el vestíbulo y cimentación— y deleitarte con el mirador, date una vuelta al café del Monumento a la Revolución: Adelita café. Con la finalidad de tener una buena relación con los vecinos, aquí ofrecen productos de la colonia Tabacalera. 

El menú de Adelita Café se compone de comida tradicional de México. “Queremos crear un corredor cultural que vaya del Museo de San Carlos al MRM y que incluya cafés, restaurantes, tiendas –como la de guayaberas y de discos de acetato–. También queremos hacer un día de la colonia Tabacalera, en la que los comerciantes locales puedan conocer un poco lo que ofrece cada uno de los negocios. Queremos lograr algo similar a lo que se ha convertido la Plaza de la República”. 

Es por esto que, desde su reapertura, el Monumento a la Revolución es una parada obligada para los habitantes y visitantes de la Ciudad de México; ya sea que quieran adentrarse a la Historia de México, o simplemente descubrir un lugar que enamora por dentro y por fuera. 

6. Edificio Basurto

Edificio Basurto fue construido entre 1940 y 1945 por Francisco J. Serrano, fue de los primeros edificios con planta de cruz para aprovechar al máximo la luz y las vistas, creando efectos visuales únicos.

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