El 2021 arrancó con una lamentable pérdida para la edición independiente: el 14 de enero partió a los 42 años el poeta, traductor, editor y promotor Iván Trejo, quien deja un hondo vacío en el ámbito de la poesía y la edición en todo el país, pero concretamente en la zona noreste. Nacido en Tamaulipas, desde finales del siglo XX Trejo fincó su residencia en Monterrey, desde donde formó a nuevos poetas y promotores y dirigió dos sellos editoriales: Posdata y Ediciones Atrasalante.
Durante varios meses fue imposible acudir a una librería a mirar, leer y comprar; además, se pausó la impresión de novedades editoriales. Pero lo cierto es que los libros nunca dejaron de estar presentes, lo mismo para avezados que para incipientes lectores, recordando cuán fundamentales son para dar conocimiento, compañía, entretenimiento y, por qué no decirlo, alivio y salvación.
Aunque la labor que las editoriales han realizado para difundir y vender sus títulos durante esta peculiar época ha sido loable y visible —como ya hemos revisado en INDIEpedias anteriores—, es justo y necesario hablar de los esfuerzos que las librerías independientes han realizado en apoyo de las editoriales, de los autores, los lectores… y de sí mismas.
Casa Tomada, que por su calidez más bien es un hogar, trasladó exitosamente a la virtualidad su programa de talleres sobre diversos asuntos literarios, además de su club de lectura mensual. Desde julio la librería está abierta y hace envíos de títulos de editoriales independientes a todo el país. Actualmente está retomando los talleres presenciales, pero continúa con varias actividades en línea. A través de su plataforma virtual se han presentado novedades de sellos como Dharma Books y Paraíso Perdido, así como un ciclo especial de talleres con figuras de diversos ámbitos, como Julieta Venegas, Karina Gidi, Yásnaya Aguilar y Brenda Lozano, entre otras.
Para visitar otro espacio especializado en editoriales independientes de México y Latinoamérica hay que viajar a Guadalajara, aunque sea a través de internet: Casa Impronta es un sólido proyecto cultural que conjunta editorial, imprenta, librería y cafetería en un mismo sitio. Su catálogo es una fiesta internacional y sus propias creaciones (libros, libretas y papelería) son joyas contemporáneas del arte ancestral de la imprenta y la tipografía. Ya han reabierto sus puertas, pero conservan las apuestas a las que obligó el confinamiento: ventas en línea, envíos a todo el país y sinergia con otros espacios culturales de distintos rincones de la república —denominada Crisis Compartida—. La virtualidad nos permite entrar en esta hermosa casa tapatía y sus múltiples asombros.
Volviendo a Ciudad de México, librerías como La Murciélaga, dedicada a primeras ediciones y sellos independientes, demuestran que las redes sociales pueden ser espléndidas aliadas para dar continuidad y vigencia a la venta de libros y a la difusión de esos títulos raros, olvidados, desconocidos, buscados e inencontrables que pueden marcar la diferencia en situaciones límite como la que se ha vivido en el mundo. Algo similar ocurre con La Moraleja, que desafió al propio ámbito librero al inaugurarse en pleno confinamiento, capturando a los lectores y curiosos a través de sus redes.
Pero las palmas por la forma en que aprovecharon las redes sociales se las llevan las librerías de viejo que implementaron un sencillo y eficaz sistema de ventas en línea con sendos descuentos incluídos para los amantes de esos títulos o ediciones que ya no se consiguen tan fácilmente en las librerías de novedades. Niña Oscura, Jorge Cuesta y El Hallazgo, así como Librero en Andanzas y las virtuales El Gallo Viejo y La Casa Inundada, se han convertido en remansos para lectores y obsesos.
De sobra está decir que este arbitrario repaso de librerías —hay más que han hecho notables esfuerzos para resistir y ayudar a subsistir— viene a sazón del Día Nacional del Libro, que en México se celebra el 12 de noviembre y al Día de las Librerías, que en teoría se celebra en nuestro país el 8 de noviembre, aunque este 2020 pasó desapercibido. Y este año, paradójicamente, el encierro ha fomentado no solamente la lectura y el interés en las plataformas virtuales para adquirir libros en las librerías, sino una vasta actividad en torno a la discusión, el estudio, la enseñanza y la divulgación de los procesos del libro y la lectura mismos.
El ciclo Consultoría Editorial en el que expertos de la Dirección General de Publicaciones de la UNAM compartieron secretos y anécdotas de los oficios que involucra a la cadena del libro, hasta el Seminario “El Ensamble Editorial” de 17 Instituto de Estudios Críticos y los talleres de edición que han ofrecido los responsables de Ediciones Antílope y de Gris Tormenta, pasando por las charlas abiertas al público del Encuentro de Editores y Libreros de la reciente FIL Oaxaca.
Estos eventos que reflejan que, a pesar de la situación de salud mundial que ha puesto en incuestionable crisis a la ya de por sí frágil industria editorial mexicana, el libro —su hechura y su lectura— sigue siendo un ente que está vivo, en pie de guerra y, por ello, bien merece que se le abrace, se le felicite y se le desee parabienes en su día.