Lo que hoy es la calle San Jerónimo, que colinda con el Metro Pino Suárez, en su momento fue la calle trasera del Convento de San Camilo, en la cual, entre 1756 y 1861, habitó la orden religiosa de los camilos. Su encomienda era el auxilio a las personas desprotegidas, enfermas o moribundas.
Si bien sólo queda la fachada ondulada e imponente del convento, también permanece la memoria grata sobre la buena muerte que los camilos brindaban a los necesitados, gracias a los vecinos que han pasado la historia de generación en generación.