Sí al mencionar Santo Domingo piensas en títulos, diplomas y notas falsas, entonces no has puesto atención en la plaza, del mismo nombre, que se encuentra en el corazón de la Ciudad de México.
Junto con el templo de San Hipólito, esta iglesia fue de las primeras en construirse en la Nueva España, la cual funcionó como convento de la orden de Santo Domingo. Comenzó a ser construida en 1527 y se concluyó en 1530. Fue diseñada por Pedro de Arrieta, quien también edificó la Iglesia de La Profesa y el convento de Corpus Christi.
El templo tuvo dos reconstrucciones en 1556 y 1571, ya que sufrió daño durante las asiduas inundaciones en la Ciudad de México. Su estilo, como en la mayoría de los edificios de la época, es Barroco y durante el siglo XVIII se le integraron elementos neoclásicos realizados con cantera rosa y revestimiento de tezontle. Consta de tres cuerpos en total; una planta en cruz latina, una nave y crucero; el primero contiene las esculturas de San Agustín y San Francisco de Asís; el segundo, el del centro, contiene un relieve de Santo Domingo recibiendo al Espíritu Santo con báculo del peregrino en manos de San Pedro y las epístolas de San Pablo; el último cuenta con un motivo de la Virgen María.
Lo peculiar de la iglesia es que en ella se encuentran los restos de Pedro de Moctezuma, uno de los hijos del emperador Moctezuma II. El templo cuenta con varias capillas dedicadas a San Pedro de Verona, la Virgen de los Dolores, la Divina Providencia, la Virgen del Rosario y Santa Catalina de Siena, por mencionar algunos.