Antes de aprender a hablar o a escribir, Gabriel dibujó. Estudió arquitectura y ejerció la carrera unos años, aunque su verdadera vocación era el arte. La muerte de su padre fue trascendental, pues hasta ese instante se enteró de que había sido sacerdote unos años antes de que él naciera, lo que detonó una búsqueda de identidad que lo llevaría a dejar la arquitectura y dedicarse al arte.
Después de hacer una maestría en arte en el Pratt Institute, en Nueva York, se convirtió en uno de los artistas más relevantes de la actualidad, con piezas en importantes colecciones de Estados Unidos.
Gabriel colecciona y clasifica minuciosamente materiales desechados; desde fotografías antiguas hasta suelas de zapatos, cabello, polvo y cascarones de huevo. A través de procesos meticulosos los transforma. Así revela conceptos e ideas sin restarle valor a lo estético. Sus piezas cuestionan los límites del dibujo, la pintura y la escultura.
Gabriel "dibuja" con herramientas poco convencionales, como cabello humano con el que forma líneas. "Pinta" con fragmentos de cascarón de huevo y partes de cajas de cerillos. La mayoría son piezas que requieren mucho trabajo manual.
Objetos cotidianos e íntimos que ya no cumplen su función se retoman como un vehículo para evidenciar aspectos metafísicos.
En su trabajo siempre influye el elemento del tiempo y un factor energético, porque en sus palabras: el arte no se crea ni se destruye; se transforma, como la energía.
Prepara dos libros sobre su obra y una exposición individual que inicia en octubre próximo. Está trabajando piezas que no se han visto en México; entre ellas, una serie con suelas de zapatos llamada El peso del pensamiento, para la que recuperó cientos de suelas usadas y descartadas, antes de ser tiradas a la basura por algunos zapateros en la ciudad.
Le interesa explorar cómo se guarda la información y la energía de quien las portó, el desgaste que cada historia personal dejó en ellas y, por otro lado, la energía del lugar que pisaron. Lo representa la Galería OMR.
Ocupa un piso dentro de una casa de principios de siglo XX, en la Roma. Antes de que Gabriel lo hiciera su espacio de trabajo, fue un expendio de medicinas para animales y un estudio de fotografía.
Al entrar, hay que navegar entre anaqueles en los que guarda su materia prima y piezas en proceso.
Hay cientos de bolsas y cajas clasificadas por fecha o tipo: papeles, suelas de zapato, cabello, residuos de goma después de borrar, cabello, uñas y la pelusa de su recámara.
Apasionado por los objetos del siglo XIX, Gabriel visita con frecuencia los mercados de pulgas y colecciona archivos de fotografía de difuntos, joyería victoriana, lentes vintage, cartas, libros, pinturas, medicinas antiguas y monedas mal acuñadas.