Un ícono de la concepción setentera de los espacios públicos. Casi todos sus espacios huelen a los tiempos del Departamento del Distrito Federal y del viejo PRI. Una placa arriba de las oficinas del lugar recuerda que fue inaugurado en 1964 por el presidente Adolfo López Mateos y el regente Ernesto P. Uruchurtu.
El lugar es simplemente impresionante por su proyecto original; es prácticamente una ciudad deportiva. Atletismo, basquetbol, alberca, hockey, box… tú nombra la disciplina y seguro estará ahí. El pequeño estadio de béisbol es particularmente bueno y también hay opciones más enfocadas al ocio como ajedrez, tenis de mesa. En un espacio local se ofrece asesoría en nutrición y medicina del deporte. Desgraciadamente, el descuido de este deportivo lo ha convertido en uno de los mejores ejemplos de las ruinas de la modernidad en la ciudad.
Esto se ve fácilmente en las graderías caídas de sus canchas de futbol, en la hierba crecida de sus arenales para niños y los murales inconclusos que han tratado de revitalizar sus viejas oficinas. Y aunque da buenas fotos, esto no es ninguna nostalgia inocente. Los juegos infantiles derruidos de metal sólido son un peligro para los niños en ese estado y un raspón de rodillas en el asfalto crudo de sus canchas de voleibol no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Si todo sale bien, este lugar podría salir pronto decadencia. Un proyecto de restauración de la delegación Gustavo A. Madero contempla una inversión millonaria para arreglar las canchas, construir ciclovías, andadores y hasta azoteas verdes