En Oaxaca, en la zona mixteca, hay una costumbre cuando los bebés nacen. Si es hombre, su ombligo lo aventarán a un árbol, con tal de que no tengan miedo de salir a otros lugares, de migrar, para buscar el sustento de la familia. Pero si eres mujer, esta parte de tu cuerpo la enterrarán cerca de la casa, para que se queden ahí, en el rol de madre de familia. La familia de la ahora joven Nadia López rompió con esa tradición, y aventó el obligo de la niña a un árbol.
¿Cómo inició tu proceso de migración a la Ciudad de México?
Los mixtecos tenemos mucho de ser migrantes. A mis papás les tocó migrar desde jóvenes, ellos pensaban en ir a Estados Unidos, pero se quedaron en el Valle de San Quintín, Baja California. Luego se fueron a la mixteca de Oaxaca, donde yo nací, pero en mi primer año de mi vida nos regresamos al norte del país. Desde pequeña la migración no fue ajena, porque recuerdo estos largos trayectos para llegar de un lugar a otro.
Con tantos movimientos en tu vida, ¿para ti qué es la migración?
Totalmente es una forma de vida. Siempre he estado en constante movimiento, he vivido en Baja California, Oaxaca y España. Cuando eres migrante es como una piel que llevas. Muchos piensan que es una situación en tránsito, pero para mí es una piel que te pones. Muchas personas me dicen: “eres mujer, joven e indígena”, yo les digo que además, soy migrante, porque es una forma de pensarte.
Como autora de libros, en tu escritura, que además la realizas en mixteco, hablas de la migración, ¿a qué se debe esto?
En mis primeros años de vida la palabra migración resonó en mí como nostalgia, porque mis padres me contaban algo que existía, pero que yo no conocía, por ejemplo, mis abuelas. La escritura nació, porque yo quería contar todo lo que desconocía. Es bonito ir y vivir de un lado a otro; sin embargo, a veces uno necesita sentirse que pertenece a un lugar, con la escritura lo encontré.
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