El tiempo no perdona a nada ni a nadie, mucho menos a edificaciones de siglos pasados que se quedaron sin dueño. El futuro del número 45 de la calle Héroes en la Guerrero apuntaba a que sería demolido. Pero un carta cambió el rumbo: se comprobó que ahí vivió el arquitecto porfirista Antonio Rivas Mercado gracias a la dirección anotada en un permiso de diseño para la columna del Ángel de la Independencia. Así comenzó la restauración de la Casa Rivas Mercado.
“La restauración es una disciplina que tiene que ver muchísimo con la historia. No puedes variar o inventar algo de la edificación original, sería un falso histórico”, declara Gabriel Mérigo, arquitecto responsable del proyecto. Este recinto es un emblema arquitectónico de finales del siglo XIX, arreglarlo tomó 10 años (en agosto de 2017 se terminó) y alrededor de 100 millones de pesos.
Hoy en día, la casa construida en 45 grados abre sus puertas al público con recorridos guiados, abarcando la sala de lectura, la sala principal, la habitación de Antonio, los cuartos de sus hijos y el estudio, todo acompañado de un piso notablemente desnivelado. El arquitecto Mérigo recomienda prestar extrema atención a los detalles: “Rivas hace una composición con distintos tipos de arquitectura de diferentes países—lejanos en tiempo y en historia—, desafía los estándares racionalistas y obtiene un todo mezclado con el art nouveau, el barroco, lo gótico y lo pompeyano”.
Entre las piezas imperdibles están las réplicas de casi 90 modelos distintos de mosaicos traídos de la empresa Campbell’s en Inglaterra; los originales están guardados. Vigas de madera, viguetas de acero y bloques de vidrio se asoman a lo largo de la estructura, mientras una exhibición fotográfica documenta el proceso de rescate (cuando había techos quemados y tabiques cuarteados). Con una máquina del tiempo regresaríamos a las tertulias de Antonieta Rivas Mercado, hija del también constructor del Teatro Juárez, junto con el resto de los invitados intelectuales de la época, a lo que Mérigo afirma: “No puedes hablar de arquitectura sin hablar de la gente que la vivió”.