Fue por muchos siglos la principal fuente de agua dulce de la ciudad. Es sabido desde tiempos del emperador Moctezuma, quien tenía ahí algo así como su spa personal.
En 1951, Diego Rivera le rindió un tributo con el mural El agua, origen de la vida que decora el edificio de bombeo. La obra magna culmina en una gran explanada con la Fuente de Tláloc, en la que el artista, fiel a su estilo, recurre al pasado mítico para exponer un punto de forma grandilocuente.
El cárcamo fue pensado para distribuir el agua del río Lerma, pero perdió importancia a medida que aumentó el porcentaje del líquido que se obtiene de pozos.
Después de una remodelación, encabezada por Alberto Kalach en 2010, el lugar sobrevive como un testigo mudo del protagonismo de Chapultepec en el abasto de agua, pero al igual que muchos sitios de la segunda sección, está semiabandonado.
Actualmente, una instalación sonora (Cámara Lambdoma, de Ariel Guzik) facilita la imaginación de los visitantes. Uno puede estar en el magnífico edificio modernista y escuchar el paso del agua, mientras visualiza el retrato mítico trazado por Rivera.