Foto: Brenda Moreno
Foto: Brenda Moreno

Camina por Tlalpan

Fundada por indígenas nahuas xochimilca y tepanecas, esta colonia del DF te ofrece un interesante recorrido histórico

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La Villa de Tlalpan, que hoy conocemos como el centro de Tlalpan -fundada por indígenas nahuas xochimilcas y tepanecas- es una de las poblaciones más antiguas del DF (siglo XV).

Un gran lugar para arrancar un día en el Centro de Tlalpan es el Café Katsina en la calle de Madero. El olor de sus granos provenientes de Coatepec, Veracruz, se percibe desde afuera, y aunque no lo conozcas, te invitará a entrar.

Ya con bebida en mano, hay que encontrar algo para acompañarlo. La mejor opción es una a la que también se llega haciéndole caso al olfato, y está a la vuelta de la esquina. Se trata de A Punto de Nieve. Compra un chocolatín, un rollo de mora con queso, de guayaba o un dulce de leche. Simplemente irresistibles.

Si buscas un desayuno con más sustancia, el Mercado de La Paz es una gran opción. Construido en 1900 durante el Porfiriato, es uno de los pocos mercados de ese periodo que aún existen. Al entrar ahí no sabrás para dónde mirar y te sentirás en un ambiente familiar, en el que todos parecen conocerse. Para desayunar puedes elegir entre una amplia variedad de garnachas mientras caminas por sus muchos puestos.

Después, puedes hacer una parada por el Parque Ecológico Juana de Asbaje, y al cruzarlo visitar también la librería del Fondo de Cultura Económica. El parque es, además, un gran lugar para sentarte a leer tu libro nuevo bajo la sombra de los árboles. Si quieres aprender un poco más sobre el barrio, visita el Museo de la Historia de Tlalpan. En esta casona construida en 1874 se hacen diversas exposiciones y puedes ver, entre otras cosas, el teléfono con el que se hizo la primera llamada de larga distancia del país, del pueblo de Tlalpan a la capital, en 1878.

Otra opción cultural es la Casa Frissac, una residencia de finales del siglo XIX que perteneció al rico hacendado Jesús Pliego Frissac. Actualmente está acondicionada como galería de arte y tiene cierto parecido a la Casa del Lago Juan José Arreola, en Chapultepec. Al fondo hay otro edificio donde se pueden tomar cursos gratuitos de música y pintura. Si tienes la suerte de visitarlo durante una de estas clases, disfrutarás del bonus de escuchar tambores, cellos y violines en acción, a manos de músicos a los que no les importa que te quedes a mirar un rato.

Siguiendo el recorrido, y para abrir el apetito una vez más, toma una cerveza de barril en la pizzería La Vorágine, un buen lugar para refugiarse del calor. Justo enfrente, al cruzar la calle, está la pulquería La Santa Solita. Ahí puedes probar curados de mango, mamey, ciruela y albahaca. Sus sabores varían dependiendo el día en que la visites. Para comer, el restaurante italiano Dolce Amore tiene un muy buen menú. Otra alternativa es Goliardos, que ofrece platillos como el atún sellado en costra de pimienta y una buena y económica carta de vinos. El espacio tiene una parte oscura y romanticona, pero puedes sentarte afuera, en las mesas de los arcos, y comer mientras miras a la gente pasar.

Si prefieres comida mexicana, Los bigotes de Carranza es otro de los restaurantes preferidos del barrio. Si no te convencen sus postres, puedes hacer una última parada en el Café La Selva.

Una vez que termines este recorrido, te quedarán aún muchos lugares por visitar. Así que ten por seguro que te darás una segunda vuelta. 

Tip amigo: en el stand de información turística que está junto a los arcos puedes conseguir un mapa del Centro de Tlalpan que te ayudará en tu recorrido.

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