El día que María perdió la voz
Foto: Cortesía Fabián Cruz
Foto: Cortesía Fabián Cruz

Entrevista con la soprano Catalina Pereda

La cantante nos habla sobre la ópera infantil El día que María perdió la voz, en la que presta voz y gestos a una niña que no deja de hablar

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Después de que una caja de cereal le golpeara la cabeza, la parlanchina de María perdió la voz. Un doctor le revisó la garganta y los oídos pero no encontró la explicación, un hipnotista trató de dormirla sin resultado alguno y un brujo la hechizó pero todo fue inútil: María, quien hablaba literalmente hasta con las piedras, ahora es muda.

Su padre le compró una libreta para que escribiera sus ideas, le hizo cosquillas en los pies y le inventó un robot para que tuviera una ciber voz, incluso su mamá y su hermano Manuel le ayudaron en la búsqueda pero ninguna opción fue exitosa… hasta que María aprendió su lección: hablar menos y escuchar más.

Así sucede en la ópera para niños El día que María perdió la voz, protagonizada por la soprano Catalina Pereda, el tenor Ricardo Estrada, los barítonos Raúl Román y Armando Mora, y los actores Alejandro Camacho y Carlos Brown.

Tus pequeños no se aburrirán. La producción está pensada para ellos en cada detalle, desde la historia hasta la parte visual y musical.

“Los niños son un público generoso, sin prejuicios y sin nociones preconcebidas de lo que es la ópera, que, aunque empezó como un género popular, con el tiempo se ha vuelto como un objeto de museo que se asocia con lo caro. A través de esta obra buscamos desempolvar el género y acercar a los pequeños a muchos tipos de arte”, cuenta Catalina Pereda, quien interpreta a María.

Por ello, la compañía En Chinga Producciones se apoyan de una historia con la que el público infantil puede identificarse rápidamente. “Es una función de una hora basada en el cuento de Javier Peñalosa, quien también hizo el libreto. Se procuró mantener la sencillez del lenguaje infantil con líneas melódicas”, explica la también productora ejecutiva de la ópera.

En cuanto a la escenografía, ésta sorprende por su sencillez pero buena ejecución. Consta de seis módulos en color blanco que los acomodan de diversas maneras para formar desde una cama hasta los muebles de un consultorio médico. Estas piezas, subraya Pereda, hacen alusión a los legos y a la imaginación como una poderosa herramienta de juego.

Como parte de la propuesta tecnológica destaca una pantalla al fondo del escenario, en ella se proyectan dibujos hechos a lápiz que muestran los distintos ambientes que requiere el montaje, como el comedor en la casa de María o el supermercado.

La parte musical complementa la experiencia. A las interpretaciones de los protagonistas se suma la participación de un quinteto (con un violín, un chelo, un clarinete, una flauta y percusión), dirigido por Rodrigo Cadet, y las voces de los niños cantores del Centro Histórico.

Además de entretenida, esta producción es una oportunidad para que los pequeños comprendan la importancia de escuchar al otro. “Cada vez hay mayor falta de comunicación, empatía y escucha. Tratamos de retomar esos puntos para enseñárselos a los niños y recordárselos a los adultos”, concluye Pereda.

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