Sergío Díaz es amigo íntimo del sonido, sabe dónde encontrarlo, sus horarios, cómo se ve y cómo replicarlo; la conexión entre ellos es indudable. El sonorista originario de la CDMX y con más de 20 años de experiencia, explora y crea sonidos para proyectos cinematográficos —Roma, Nomandland, El laberinto del fauno y Apocalypto, por nombrar algunas de las películas en las que ha participado— así como música electrónica en la parte de su vida como dj.
Lo más importante para Sergio es la conexión con la audiencia y que sin darse cuenta les toque el corazón y el alma. “De los momentos más bellos para mí es ver las sonrisas y la felicidad de quien esté viendo el proyecto”, comenta. Platicamos con él para conocer la importancia del sonido en el mundo cinematográfico y en la vida de la CDMX.
¿De qué manera trasladas un sonido callejero a una película?
Los sonidos son la columna vertebral de las películas, con él vistes la geografía de la escena. La idea es grabar la mayor cantidad de elementos por separado para jugar con ellos en un universo sonoro. Hay un tratamiento en el proceso de edición para darle profundidad y así, el resultado final ayude, al contexto de las escenas para hacerlas más realistas.
¿Crees que los sonidos de la ciudad les dan identidad a los citadinos?
¡Sí! Por supuesto, tenemos una riqueza que nos identifica en el mundo y un gran ejemplo lo vivimos en Roma. Estos sonidos que nos identifican como ciudad y como pueblo mexicano, están ahí.
¿Cómo describirías en una frase a qué suena la CDMX?
Suena a mucha vida y a mucha riqueza.
¿Cuál es tu sonido favorito de la CDMX?
El silencio. En el silencio encuentras una riqueza y profundidad todavía mayor porque es en donde está el verdadero detalle. De hecho hay una transición de un sonido nocturno a uno matutino: hay magia en todo eso.
¿Qué sonidos de la CDMX no deberían faltar en una película que se desarrolla en la ciudad?
El sonido tradicional y por excelencia son las profesiones que están ahí. El organillero debe ser sin duda uno de los sonidos más importantes de la ciudad.
Así como has sonorizado películas sobre la CDMX, también te han tocado filmes en zonas menos ruidosas, por decirlo así. ¿Cómo describirías el contraste entre ambos escenarios?
El tener la opción de salir y grabar sonidos exprofeso con rigurosidad para cada proyecto es algo que marca la experiencia y crea un proyecto con personalidad. En el asunto de la naturaleza tú tienes que captar momentos específicos sin preocuparte tanto por sonidos externos, al final decides qué utilizar de cada una de esas grabaciones. Es un proceso bastante largo en donde te das el tiempo simplemente para grabar y recolectar distintos sonidos.
¿Es igual de complejo crear el sonido para historias de la CDMX que para otros escenarios?
Independientemente del escenario, siempre es desafiante trabajar en cada proyecto, en todos los aspectos. Debes capturar los sonidos en momentos distintos y encargarte de aportar esas capas de sonido a la geografía del proyecto para contar una historia ligada, que a su vez conecte con la audiencia.
Cuando trabajaste en Roma de Alfonso Cuarón, ¿cómo fue el proceso para la sonorización de la película?
Fue un proceso de 22 meses en el que recolectamos paso a paso cada sonido. Teníamos que contribuir al periodo de los setenta estando en los 2000 y fue súper difícil. Partimos de ¿cómo silenciar la ciudad para recolectar los sonidos? Esperamos hasta Navidad y Año Nuevo, nos dimos a la tarea de grabar sonidos en diferentes puntos cardinales de la CDMX. Entre esos dos días recolectamos sonidos de una ciudad silenciosa, sin sonidos particulares de una época. Lo demás fueron grabaciones controladas e individuales.