Polvo de Estrellas. Rebeliones al Cis-tema

La Galería José María Velasco se pone de manteles largos con una muestra colectiva sobre Bowie y uno de sus personajes más extravagantes y retadores: Ziggy Stardust.

La exhibición Polvo de Estrellas. Rebeliones al Cis-tema abre el 9 de junio y presenta obras de artistas trans, queer y no binarios que toman como referencia al músico que hace más de 50 años aplastó estereotipos con su androginia. 

Tienes hasta el 21 de julio para darte una vuelta.

¿Por qué hablar de Ziggy Stardust?

Ziggy Stardust es, quizás, el alter ego más representativo de David Bowie. El disco con el que aterrizó en este planeta, The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972), no inventó el hilo negro, pero abrió un universo de posibilidades sobre lo que significa ser un rockstar y ser sexualmente diverso.

Con su cabello naranja, su maquillaje brillante y su ropa siempre bien ajustada, Bowie se alejó tanto de los convencionalismos de género, que era absurdo ponerse a debatir sobre si su apariencia era más femenina que masculina o viceversa.

No era un detalle menor. Sobre todo en una sociedad que acababa de abandonar los años sesenta y tenía incrustados los roles de género hasta el hueso —mucho más que ahora—. Pero, sorprendentemente, Bowie hizo que aquello dejara de importar. Daba igual si era gay, heterosexual, hombre, mujer, travesti o cualquier otra cosa. Todos querían ser como él.

A los más conservadores les quebró la moral, incluyendo a muchos presentadores de televisión que no dejaron pasar la oportunidad de preguntarle al aire cualquier cantidad de cosas sobre su apariencia. Pero Bowie no se enganchaba, ni se enojaba, ni le daba importancia. Parecía que venía de otro planeta y que genuinamente nos miraba con extrañeza. En una entrevista en 1973 lo cuestionaron por sus zapatos. “¿Esos son zapatos de mujer, de hombre o de bisexual?”, le dijeron. “Sólo son zapatos, tontito”, respondió.

Ziggy Stardust fue un caído de las estrellas y cuando aterrizó nos voló la cabeza. Por su apariencia, por su libertad y porque nos hizo creer que podía cambiar al mundo. Y aunque el odio hacia lo diferente nunca se fue, ni se irá, estamos seguros que algo cambió en nuestras entrañas con su llegada.

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