Macario Martínez todavía no termina de procesar todo lo que le ha pasado. Hace unos meses compartía su música desde su cuarto y hoy prepara su primer show en solitario mientras carga con el vértigo de los escenarios masivos y la fama.
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“Desde el día uno que creció esto, la vida ya fue bien diferente”, dice. “He estado corriendo de muchos lados a otros, conociendo personas nuevas. También he vivido cosas muy bonitas —y otras no tanto—, pero estoy bien. Lo importante es que seguimos trabajando con más música. Y sobre todo, que lo estoy viviendo con mis amigos y mi familia”.
En medio de todo eso, hay una fecha marcada en su calendario: el 29 de mayo. Ese día, Macario se presentará por primera vez en solitario en Supremo. Un momento especial para él, porque representa volver al inicio. “Me recuerda mucho a los shows que hacíamos antes de que esto creciera. A veces eran acústicos, otras con banda completa. Pero era eso: presentar mis canciones como son, sin filtros. Este show es para quienes realmente quieren conocer el proyecto”.
Una de esas canciones es “Adiós”, la primera que compuso cuando apenas intentaba darle sentido a todo. La misma que tocó para cerrar su show en el Vive Latino, solo con guitarra. “Así empezó todo”, dice. “Y así terminan ahora los shows. Muy Tiny Desk vibes”.
De Veracruz al Vive Latino
Macario creció rodeado de son jarocho. Vivió un tiempo en Veracruz y aprendió a tocar con el ritmo del huapango antes de conocer el rock alternativo en la ciudad. “Cuando aprendí a tocar guitarra, ese era el ritmo que me salía. Después, escuché otras bandas: Little Jesus, Porter, Fobia. Pero siempre volví al rasgueo del huapango. Incluso el falsete, que uso mucho, viene de ahí. Lo practicaba en un puente vehicular donde nadie me escuchaba”.
Pero siempre volví al rasgueo del huapango. Incluso el falsete, que uso mucho, viene de ahí. Lo practicaba en un puente vehicular donde nadie me escuchaba.
Ese sonido híbrido —que él define como “huapango folk rock emocional para llorar”— fue tomando forma a lo largo de los años hasta llegar al material Lagunas vivientes de la memoria, una especie de catarsis musical escrita desde la honestidad. “No somos un proyecto comercial que busca hits”, dice. “Es una experiencia personal. Cada canción es como una terapia. Letras sencillas, sonidos curiosos. Quien agarra la onda, realmente lo siente”.
Y eso se notó en el Vive. “No veía el final de la gente. Pensé que no habría tantas personas ahí, pero fue una locura. Fue lindo presentar más canciones, mostrar la vibra de lo que somos. Aprendimos mucho. Y me acompañaron mis amigos, mi mamá, fotógrafos que han estado desde el inicio. Fue una experiencia que siempre voy a guardar”.
Colaboraciones, sencillos y lo que viene
Macario no deja de moverse. Viene de colaborar con Eslabón Armado y ya tiene más en mente. “Me interesa experimentar con otros géneros, ver qué puedo ofrecer desde mi perspectiva. Con Eslabón, por ejemplo, fue una mezcla perfecta: su regional con lo que yo hago. Eso me emociona mucho”.
También está grabando en Desierto Casa Estudio, un espacio que le ha permitido pulir su sonido y pensar a largo plazo. Aunque tiene un disco completo grabado desde hace años, ha decidido tomarse el tiempo necesario. “Vamos a trabajar por sencillos. El álbum está ahí, pero quiero lanzar canciones poco a poco, con cuidado y calidad. Lo que sigue es ‘Estrellas’, que saldrá en mayo, cerca del show en Supremo. Creo que a quienes conocen el proyecto desde antes, les va a gustar mucho esta nueva etapa”.
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Macario no sabe exactamente cómo llegó hasta aquí, pero tampoco le preocupa entenderlo del todo. Prefiere dejarse llevar, como cuando tocaba debajo del puente o cuando subió por primera vez una canción a internet sin saber qué pasaría.
