Once años han pasado desde que Luisa Almaguer se subió por primera vez a un escenario. Fue en una bodega en los límites de Azcapo y el EDOMEX, un sitio muy muy alejado de los festivales grandes. Este fin de semana, llegará al AXE Ceremonia 2025.

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“Creo que lo más importante que he logrado es acercarme cada año más a mí misma, a una versión más auténtica de quien soy”, me contó Luisa, sin dudar de su respuesta. “El tiempo me ha permitido conectar con mi esencia. Conforme envejecemos y avanzamos, si nos va bien, nos acercamos a nuestra versión más honesta. Y siento que eso me ha pasado”.
En este tiempo, ha trabajado con músicos como Damon Albarn y ha llevado su propuesta al Festival Marvin y el Museo Tamayo. “Estos 10 años han sido mi ‘universidad musical’. He tocado con muchas bandas, en distintos escenarios, frente a diversos públicos, y todo eso me ha dado herramientas y experiencia. Ha sido un aprendizaje intensivo y vivencial. Aunque, aún no te podría leer una nota en un pentagrama”, me confesó entre risas.
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Este sábado 6 de abril en el Parque Bicentenario, Luisa compartirá cartel con nombres como Charli xcx, Massive Attack y Magdalena Bay. ¿Algún acto que no se perderá? “La verdad, soy muy mala melómana. Consumo muy poca música y tengo mis discos favoritos, pero no son más de 50 y son los mismos que he escuchado toda mi vida”, dijo. “Massive Attack obviamente me encanta, aunque no es algo que escuche constantemente. Y en cuanto a bandas mexicanas, Valgur me fascina”.

La conversación inevitablemente nos llevó a Weyes, su tercer álbum de estudio y uno de mis favoritos del 2024. Este material captura la experiencia trans —y de vida— de Luisa, con una honestidad brutal. En él hay folk, hay shoegaze, hay grunge. Y hay memoria. “La canción más difícil de escribir fue ‘María’. Habla sobre la hospitalización de mi mamá cuando tuvo cáncer en 2020 y nuestro paso por el Instituto Nacional de Cancerología en Tlalpan. Todo lo que vi ahí fue tremendo. Me llenó de dolor, rabia e impotencia. Pero al mismo tiempo, es un espacio donde también hay esperanza, porque hay gente que se cura y sale adelante. Aunque también hay muchas muertes, negligencias y violencia burocrática que no deberían existir”, cuenta. Lo más impactante es que esta canción es una cumbia. “Quise que fuera muy dolorosa, pero expresada con baile y energía, porque así es la vida: compleja y contradictoria”.
¿Qué más le falta por hacer? Mucho. Un disco de shoegaze, un álbum tributo a Liliana Felipe, un proyecto electrónico, uno de boleros, algo cabaretero. Aunque, Luisa tiene claro que su prioridad es seguir gozando su paso por este mundo. “Ver las bugambilias florecer cada año, seguir disfrutando de la comida vegana y del arte. A nivel personal, quizá hacerme la ‘jarocha’, la reasignación de género. Pero eso es algo que no tengo prisa en hacer. Si se da, se da”, me dijo nuevamente con una sonrisa de oreja a oreja y la ligereza que la caracteriza.
Sobre la representación trans en la música, Almaguer fue muy directa: “Todo está cooptado por el privilegio, la blanquitud y el nepotismo. La clave es que quienes tienen el poder cedan espacios. A veces me angustia ser la única trans o la única persona morena en una sala. Pero hay que seguir adelante, ser fieles a nuestra intuición y autenticidad. Entre más seamos, más lejos llegarán nuestras canciones”.
A veces me angustia ser la única trans o la única persona morena en una sala. Pero hay que seguir adelante, ser fieles a nuestra intuición y autenticidad.
Este fin de semana, esas canciones sonarán en el AXE Ceremonia. Y si la historia de Luisa Almaguer nos ha enseñado algo, es que la música puede ser un acto de resistencia.