13, 2013
Ni tan bueno o poderoso como aquella discografía que lanzaron en los setenta, pero este álbum se vuelve indispensable por el sentimentalismo que significa el regreso de Ozzy y Butler después de las peleas que tuvieron.
Si Elvis fundó el rock y The Beatles y Rolling Stones lo convirtieron en la efigie pop más revolucionaria de la segunda mitad del siglo XX, Black Sabbath fue el culpable de alienar este género con los designios de Satán.
La idea de que el rock era un plan confabulado por el demonio para oscurecer el alma de los jóvenes alcanzó el mito después de la irrupción de Black Sabbath en la música. Orgullosamente infernales, colocaron la primera piedra, en su sentido más urbano y crudo, de lo que después sería el heavy metal, además de ser un referente en muchos otros géneros.
Después de 48 años de riffs de endemoniada virtuosidad, drogas (muchas drogas), potencia teñida de negro y aportar una discografía sin la cual el rock no hubiera sobrevivido con integridad, Black Sabbath se despide con The End, una última gira tan infernal como nostálgica en la que participan tres de los miembros originales desde 1968: el entrañable Ozzy Osbourne al frente, Tony Lommi con su fenomenal destreza en la guitarra, el histórico bajo de Gezze Butler y como sustituto de Bill Ward en la batería estará Tommy Cufletos, quien puede jactarse de tener un currículum a la altura, después de haber tocado con otra sangrienta majestad: Alice Cooper.
Si piensas ir a este concierto, esto es lo que debes dominar para no decepcionar al espíritu de Belcebú. Recuerda que después, el infierno no volverá a ser el mismo:
Ni tan bueno o poderoso como aquella discografía que lanzaron en los setenta, pero este álbum se vuelve indispensable por el sentimentalismo que significa el regreso de Ozzy y Butler después de las peleas que tuvieron.
El álbum que definiría no sólo el sonido de Black Sabbath, sino la eficacia del metal con esos riffs trepidantes, además de significar uno de los chingadazos que terminarían de dar forma al grunge (después de todo, el primer Chris Cornell no hacía más que emular los pasos vocales de Osborne en este disco). Puro pinche puño proveniente del infierno.
Se podría decir que es el álbum más “optimista” del grupo, por sus compases de velocidad mañanera, letras positivas y arreglos espaciales. En ese entonces todos los integrantes ya estaban hasta la madre de los demás, aunque el hartazgo se canalizó bulleando a Ozzy, quien lidiaba con una intensa adicción a las drogas, costándole el despido de la banda.
En realidad este álbum llevaría el nombre del track 6: “Snowblind”, pero la directa analogía con la cocaína les hizo cambiar de opinión. Esla consolidación del sonido infernal, macizo y pulido de Sabbath con un Osbourne en su esplendor y toques de psicodelia malnacida.
Este es el sonido de los ángeles caídos y pasoneados dándole a las guitarras. Un arponazo de oscuridad justo después del Flower Power, segundo álbum del cuarteto. Una obra maestra en la historia del rock que se convirtió en álbum de culto. Indispensable hasta para los que gustan de Foster the People.
El inicio de una historia que se convirtió en una leyenda viva. La liturgia de una misa negra.
Cuando el diablo se mete coca, seguro pone esta rola. El polvo blanco es para los hombres y el LSD para hippies mamones que se la jalan con la paz mundial. Pieza intensa, pervertida, cardiaca y cachonda.
La montaña rusa con destino al centro de la tierra. Riffs magistrales.
La excelencia, el tema que le dio al rock su pase al infierno y a la eternidad. Menos de tres minutos que resucitaron las guitarras eléctricas, excomulgándolas de su rebeldía santificada.
Un hit que salió del 19º álbum de la banda, el cual contó con una producción millonaria y una evidente nostalgia por las raíces con acordes de sofisticación cínica.
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