Rapera, zapoteca, feminista y mujer nacida en Oaxaca. En febrero se presentará por primera vez en el Carnaval de Bahidorá como parte del ensamble de Africa Express. Sobre la música como acto revolucionario, nos cuenta:
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¿Cómo fue que te sumaste al ensamble de Africa Express?
Africa Express busca un intercambio cultural. México afortunadamente tiene un montón de propuestas y entre todo el bombardeo de sonidos salí seleccionada. Solamente me preguntaron: ¿te gustaría estar?, y por supuesto dije que sí.
Me parece muy importante mantener estos vínculos culturales entre diferentes territorios. El lenguaje de la música permite que los acercamientos se den de una forma muy amena.
¿Qué expectativa tienes de tu primera presentación en Bahidorá?
Algo muy interesante que sucede con el carnaval es la participación de muchas mujeres y muchas disidencias en los escenarios. Algo que lamentablemente en otros espacios no sucede tan fácil. Para mí esa es una de las cosas más chidas, darme cuenta que hay tanta diversidad de propuestas, tanta participación de compañeras y ver que nos estamos abriendo espacio.
Ser parte de Africa Express es un logro mayor y un reto en el sentido de estar compartiendo la música desde otro lugar, con otras personas. ¿Cómo se negocia creativamente con alguien más? Aunque, de nuevo, lo bonito de la música es que nos permite esos diálogos.
¿Estás familiarizada con otras artistas en el cartel?
Van a estar compañeras con quienes he compartido trabajo como Luisa Almaguer y Charly Gynn —que hace reggaetón y chanteo mexicano—. Hay muchas propuestas y lo que siempre tiene el cartel es que no decepciona. Siempre hay algo nuevo que escuchar.
¿La música es revolucionaria?
La creación es un derecho humano. Es algo natural y primitivo. Si vamos hacia atrás en la historia tenemos las pinturas rupestres y las danzas prehispánicas. Sabemos que el arte siempre ha acompañado el desarrollo de la humanidad pero lamentablemente, en estas sociedades en las que el capitalismo apunta a que debemos de ser productivas, se le da menos valor. Entonces, hacer música se trata de devolverle el sentido humano a la gente y darles un espacio de goce.
Una sociedad en la que hay disfrute y risas es una sociedad que todavía tiene esperanza. En los territorios en los que las condiciones de violencia y de precarización están muy fuertes se siente el silencio. El silencio como un castigo y una condena.
¿Cómo era el lugar en el que creciste? ¿Qué música se escuchaba?
Yo soy de la periferia de Oaxaca. Un lugar con una diversidad cultural muy amplia. Crecí con banda regional, chilenas, corridos y cumbia. Después, buscando mi identidad, no solo como zapoteca, sino como una adolescente que comenzó a cuestionarse su lugar en el mundo, encontré el rap. Eso fue hace 20 años y aquí seguimos.
¿Qué te han dejado estos 20 años en el hip hop?
El rap me permitió crecer como persona. Inicié siendo muy chica y ahora soy una mujer de casi 37 años. Yo me formé con la música.
Escribir y poder explorar la creatividad tiene que ver con imaginar otros mundos posibles.
¿Quiénes han sido tus maestras musicales?
Hay una parte emocional que me conecta con Mercedes Sosa. También, con las mujeres de pueblos originarios, por ejemplo las que hacen cantos aymaras. No entiendo el lenguaje pero conectan con algo profundo, me recuerdan que no solo somos un cuerpo. Aunque, las mujeres alrededor mío, mi mamá, mis abuelas y mis tías fueron las mujeres que me permitieron tener esta sensibilidad para poder crear. No me inculcaron la reproducción del lugar de la mujer en la sociedad y me permitieron encontrar mi camino. Sin eso, no importaría cuántas referentes tuviera allá afuera.