En febrero de 2020, el desabaste en el Instituto Mexicano del Seguro Social se hizo evidente, las denuncias por falta de antirretrovirales y entregas a destiempo de medicamento resonaban en la población de personas que vivimos con VIH en la CDMX. Parecía que estábamos por entrar en tiempos difíciles, pero activistas y organizaciones civiles salieron a manifestarse a las afueras del IMSS. Recuerdo que fotos, consignas y caras conocidas, peleando, invadían redes sociales. Cada acción y cada pinta que sucedió afuera del IMSS me cimbró tanto como el hecho de pensar que quizá el mes siguiente no tendríamos medicamentos a tiempo y se vería afectada nuestra adherencia al tratamiento.
Hasta ese día no había querido hablar de desabasto, y mucho menos aceptarlo. Era un pensamiento cruel. Como si al decirlo se hiciera real. Y quizás fue así, porque al momento de enfrentarlo se vinieron un montón de realidades encima cuando, antes, sólo me limitaba a tomar mis pastillas y no decir nada. Pero ahora esto me atravesaba. A mí y a muchas personas más.
Fui diagnosticado con VIH el 12 de octubre de 2015. Desde entonces, tomaba mi medicamento cada mes y seguí adelante sin cuestionar nada. A la par parecía que nadie, incluso en las instancias de salud, estaba listo para responderme algo. Por ello, aquel evento del 21 de febrero de 2020 afuera del IMSS fue revelador. Primero porque permitió iniciar una conversación mediática sobre la visibilidad y derechos de personas que vivimos con VIH. Y por otro lado porque evidenció que aunque hay una nueva generación de medicamentos que reducen el número de copias del virus en la sangre (y podemos ser indetectables), hay otras problemáticas que en pleno 2021 siguen sin resolverse.
La respuesta tardía del Estado y las instancias de salud no solo sucede en la ciudad es una realidad en el resto del país. Al vivir en la CDMX podría suponerse que gozamos de muchos beneficios de la centralización, y la accesibilidad de la llamada “Ciudad de Derechos”, pero a 40 años de iniciada la pandemia del sida y el VIH; la realidad es que seguimos viviendo entre el desinterés por parte de las autoridades y funcionarios, la inoperancia por parte de las instituciones, la desigualdad y el montón de miedos y estigmas en la sociedad reforzados por el mismo sistema, al que siempre le ha sido más fácil pensar que esto es problema solo de unos cuantos.
En retrospectiva, a 40 años de la aparición del sida, parece que no hemos avanzado mucho y siguen los diagnósticos tardíos, canalizaciones retardadas y abandonos de tratamiento que provocan la muerte. El paso del tiempo y los procesos de este virus nos permiten VIHvir, así, con VIH. Por eso, cuando hablamos de sentirnos orgullosamente VIH, no estamos haciendo otra cosa que conmemorar y conmemorarnos en la resistencia, en la reapropiación de espacios y en el empoderamiento de nuestras propias vivencias como personas seropositivas.
Cuando hablemos de sida y VIH, dejemos de utilizar el término “lucha”, mejor señalemos la respuesta por parte de quienes debieran garantizar nuestra salud y derechos. Hablar de lucha es estar en contra y lo que necesitamos es validar no solo las experiencias de quienes lo vivimos, sino de quienes murieron por causas relacionadas por el sida a través de los años. Por todo ello, platicamos con habitantes de la Ciudad de México que han incedido en la respuesta al VIH y sida.
Por Ro Banda