Formalizado a principios de los años dos mil, en Argentina, —aunque algunos documentos ubican los primeros pasos en Alemania, a finales de la década de los ochenta— el tango queer “intenta desmarcar el machismo del baile argentino, insertándose así en la comunidad LGBT+ y aliados”, nos dice el bailarín Carlos Blanco. Esto, para crear un espacio seguro y libre de desempeñar un papel distinto al marcado por la sociedad.
Si bien, el emblemático género del tango “desde su origen se basa en un juego de roles, la opción queer permite que los participantes elijan si quieren llevar o ser llevados sin que suc identidad de género sea lo que lo determine”, afirma Rey Flores, pareja de baile de Carlos.
Por eso, Rey y Carlos se han inclinado desde 2015 por vivir la experiencia del tango queer. “Es un campo de investigación y transformación sobre el baile mismo, y se vuelve un laboratorio sobre las prácticas reformativas del género”, afirma Carlos, quien además nos cuenta que esta danza, antiguamente, se practicaba únicamente entre hombres.
La escena del tango queer en México por ahora no es muy amplia, ha sido la pandemia la que ha cambiado eso a través de encuentros virtuales. Y Rey y Carlos se han encargado de darle difusión, como la creación de su primer espectáculo Vibraciones del alma, con el cual mezclan el baile, la teatralidad y el storytelling.
Además de regenerar esta danza, Tango Queer lo enaltece, celebra el orgullo y quita la represión.
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