Cuando Olga Rodríguez, Laos Salazar y Romeo Gómez López abrieron este pequeño espacio en la Escandón, solo tenían claro dos cosas: la primera, que 50% de las exposiciones serían con trabajos hechos por mujeres, y la segunda, que apoyarían a artistas jóvenes —agregaría divertidos— como ellos, a quienes les resulta difícil presentarse solos en alguna otra galería.
Y como Olga es lesbiana y Romeo y Laos gais, al pasar del tiempo las paredes de Salón Silicón se llenaron de propuestas queer. Hoy, luego de más de tres años abiertos, Salón Silicón se ha consolidado como una propuesta interesantísima de arte contemporáneo, por erguirse como un espacio que da visibilidad y representación al arte feminista y queer, viendo desfilar a artistes mujeres, trans, gais, lesbianas y cualquier miembro de la comunidad LGBT+.
El espacio donde suceden las exposiciones y performances es un pequeño cubo blanco enmarcado por un cancel de cristal. Las propuestas que aquí se han presentado, además de ser sexodiversas, tienen la peculiaridad de tener un toque humorístico y de dejar comentarios o reflexiones muy particulares sobre la sexualidad, el juego, la otredad o el arte. Desde una exposición de RBD con fotografías de Yvonne Venegas hasta una instalación de Beto Pérez, en la que forma frascos del retroviral Truvada como si se trataran de macetas.
El trabajo de Salón Silicón ha tocado otros lares de la escena del arte contemporáneo: inolvidable su booth en la Feria de Arte Material —con un excusado, dildos, recortes y pinturas reflejaban la experiencia de las personas queer en los baños— y memorable el proyecto de sus tres exposiciones en la galería Kurimanzutto, acerca de la parte lúdica, política y efímera del sexo.
En palabras de Romeo, Salón Silicón tiene un objetivo en los próximos años: “poder utilizar la plataforma que hemos construido y la visibilidad que hemos adquirido para tratar de ayudar a miembros de nuestra comunidad”.
Recomendado: Centro cultural LGBTTTI Eucalipto 20.