En el Jotitour por la Ciudad de México se cuentan las mejores historias de la comunidad LGBTTTTI del Centro, pero nuestra ciudad posee más relatos fuera del primer cuadro de la CDMX, como el baile de los 41 o la historia del alumno de Lovecraft.
El 1 de enero de 1951, los reporteros llegaron apresuradamente al 37 de la calle Santander en Azcapotzalco. En la entrada había una nota recién clavada, escrita en maya. Dentro, los policías observaban un cadáver boca arriba, con manchas negras y moradas en la piel. Los vecinos sabían quién era: el jefe de antropología del Mexico City College.
Robert Hayward Barlow era un hombre delgaducho al que le encantaba sentarse sin camisa frente al sol chintololo que cobijaba el patio de su casa. Con sus lentes de armazón grueso realizaba escritos sobre las culturas mesoamericanas.
Llegó a México después de la muerte de su mentor y amigo: H.P. Lovecraft. “Nunca en el curso de mi vida he visto un niño más versátil […] deberías ver el bajorrelieve de uno de mis monstruos ficticios (Cthulhu) que está modelando con simple barro de Florida”, escribió Lovecraft sobre Barlow.
Al llegar a México, fascinado por el mundo místico maya, Robert se dedicó al completo estudio de las culturas prehispánicas. Para el mundo académico era el profesor emérito que todos citaban, para sus allegados era el amante de los gatos que de pronto estaba eufórico de alegría, y de un momento a otro se volvía obscuro y depresivo. Pero en la era dorada de la Liga de la Decencia, el más profundo secreto de Barlow era su homosexualidad.
Intentando ocultar sus preferencias sin éxito (pues en su cuentos siempre salía a la luz) Barlow sostuvo relaciones con varios alumnos. Tan misterioso como sus poesías y tan lúgubre como sus escritos. Corría el rumor de que Barlow fue chantajeado por uno de sus pupilos con revelar sus preferencias (más perversas para la sociedad mexicana, que los monstruos de Lovecraft).
El 1 de enero fueron citados los amigos selectos de Barlow a su chalet, tal vez para celebrar el año nuevo. Al ver el recado maya en la puerta llamaron a la policía, Barlow estaba muerto. Solo un frasco vacío de barbitúricos conoció sus verdaderos motivos.
Para evitar rumores sobre la causa del suicidio, sus discípulos callaron. Solo uno declaró que Barlow estaba deprimido por vivir lejos de su familia y en precaria economía. Todo quedó asentado en los periódicos, en algunas cartas de William Burroughs y Charles Olson, y en una hojita de papel escrita en maya sobre la casa de Santander 37 que decía “Eduardo: quiero dormir, a nadie quiero ver”.
Actualmente el predio en el cual vivió Robert fue destruido, pero la historia del jefe de antropología y alumno de Lovecraft sigue viva.
Antigua casa de Robert Barlow. Santander s/n, Los Reyes. Azcapotzalco.