Pequeño, con voyeristas muros de cristal y buen ambiente. A pesar de ser un espacio reducido, se las ingeniaron para montar un pequeño escenario del lado izquierdo donde eventualmente una ingeniosas y viperinas drag queens presentan espectáculos en los que imitan estrellas pop y, entre canción y canción, acaban con sus enemigas y uno que otro arriesgado que se atreva a subir con ellas mediante sangrientas observaciones indirectas y una que otra directa.
Hay muchas bolas disco que cuelgan del techo y lo mejor para beber es comprar las cubetas de cerveza que están alrededor de 100 pesos. Se llena con facilidad, por lo que en algún momento de la noche –y, sobre todo los fines de semana– es difícil conseguir mesa, pues tampoco son muchas.
La música es pop sin sorpresas (de Lady Gaga y Madonna hasta María José y su trancazo No soy una señora, que parece apunta para ser el himno de la marcha del orgullo LGBTTTi de este año, si no es que ya lo fue, lo cual es poco probable porque la reina del año pasado fue Lucía Méndez). Los baños no son precisamente lo mejor de la Zona Rosa.