Me chismearon que el primer salón de belleza sustentable del DF cumplió un año y se convirtió en un imperdible. Ya sabemos que la onda verde no es nada nueva, pero hasta entonces no había en México otro spa enfocado en lo orgánico. Curiosamente, me contaron que se les ve poco a los hombres por ahí. Así que me lancé a conocer Masao Organic Studio, en el barrio de las Lomas de Chapultepec.
Marc Launay me espera en la recepción entre jardines verticales, flores, inciensos, y una malamute de Alaska –Lola– que toma su siesta. Él es un parisino dedicado a la moda que llegó a nuestro país hace más de un año, con la idea de montar un salón comprometido con la salud y el ambiente, con productos libres de amoniaco y sulfatos, nocivos para la salud. Él se asoció con Oscar Huerta y Sergio Aguilar, diseñadores de imagen.
“Buscamos marcas más innovadoras en cuestión de embellecimiento orgánico, como Davines y Jericho. Además desarrollamos nuestros propios productos para uso exclusivo del salón”, dice Launay.
Aunque faltan las cabinas de masaje para ser un spa con todas sus letras, los hombres pueden cortarse el cabello, tomar un tratamiento, afeitarse, diseñarse las cejas, faciales de barro, manicure, pedicure, y una que otra jotería más.
Masao se define gay friendly, aunque son las chicas las que frecuentan más este espacio.
“Queremos llegar al mercado masculino. Son los hombres quienes cada vez se cuidan más. Son los mejores clientes y es un mercado que está creciendo. Ellos llegan dispuestos a dejarse guiar. Mientras que ellas llegan con sus recortes de Scarlett Johansson y quieren el mismo look. No les importa si tienen otro tipo de cara. ¡Quieren la foto!”, dice Launay entre risas.
Cuando le pregunto a Launay qué servicio me recomienda, no duda en llevarme directito al segundo piso donde tienen una terraza, jacuzzis para pies y asientos de masajes.
Aquí Brenda y Gaby se encargan de tus manos y pies santos con tratamientos a base de champagne, chocolate, coco y menta. Los paquetes duran una hora e incluyen exfoliación, mascarilla y masaje, mientras te cubren de toallas blancas y te ponen agua caliente con sales.
“Joven –me dice Gaby al decidirme por el tratamiento de chocolate–, ¡va a salir de aquí y lo van a confundir con un bombón!”.