Durante la década de los cuarenta la oficina del director de la Escuela Nacional de Bellas Artes era un monumento al hedonismo. Manuel Rodríguez Lozano la tenía repleta de pequeñas fotografías y retratos de sus “amantes”, jovencitosque comenzaban como pupilos y terminaban en revolcones.
Había quedado atrás ese episodio en que su primer aprendiz, Abraham Ángel, se suicidó dentro de la casa de Manuel envuelto por un ataque de celos. No fue el único suspiro que arrancó, según el crítico Olivier Debroise “Manuel era tremendo, siempre tenía planes de enamorar, se alborotaba mucho cada vez que veía unos pantalones”. Por eso no le importaba decorar su oficina con amantes, como si de trofeos de caza se trataran, pero no a todos les agradaba su desvergüenza.
Una tarde se desató una fuerte trifulca dentro de la escuela (se cree que fue organizada por enemigos políticos de Manuel dentro de la ENBA). Desaparecieron una serie de grabados del renacentista Alberto Durero y el clasicista Guido Reni. Sin mucha investigación, se señaló como culpable a Rodríguez y en tan solo unas horas fue aprisionado dentro de Lecumberri por robo.
Una vez en prisión, en el pasillo de las visitas, se le permitió pintar un mural: La piedad en el desierto. Así comenzó su “época blanca”, un periodo artístico que lo caracterizó por usar colores fríos, principalmente el azul y el blanco. Inspirado en La Piedad de Miguel Ángel, Lozano se autorretrató languideciendo en un desierto sostenido por una mujer indígena con rebozo.
Su encierro sólo duró 4 meses gracias a la ayuda de sus intelectuales amigos, pero el mural se volvió un hito. Los presos lo frecuentaban como objeto religioso, le rezaban y le pedían con fervor que los ayudara a salir de la cárcel. En 1967 el mural fue desprendido de Lecumberri y pasó a ser parte de la colección permanente del Palacio de Bellas Artes.
Al salir, Manuel volvió a ser el mismo pintor petulante, hostil, narcisista y soberbio; siempre pintándose a sí mismo. Pero dentro de él aún quedaba un pasado trágico marcado por más de un suicidio de sus “amantes”. El Rodríguez oculto en capas de hedonismo, era el triste muchacho que saltaba de una relación a otra, cargado por La piedad en el desierto.
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Qué visitar
Una de las obras más hermosas del porfiriato. Ofrece visitas guiadas poco después del mediodía y sin costo alguno. Las esculturas colocadas en la plaza frente al recinto, diseño del catalán Agustín Querol, originalmente fueron colocadas sobre el cubo de la sala principal. La obra fue suspendida y estas representaciones de Pegaso volaron a Palacio Nacional, entre 1921 y 1928. Después, cuando Ignacio Mariscal era el responsable de concluir el proyecto, detectan un error de diseño que impide que sean colocadas en su lugar original: Bellas Artes se hunde porque son 3 estructuras en una: acero, concreto y mármol.
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