La cultura del voguing actúa contra la misoginia. Eduardo Mendoza, la madre (líder) de House of Mamis, remarca que lo femenino es lo que más se aprecia y se aplaude en este baile.
Nacido de los ballrooms neoyorquinos en los ochenta, el vogue se asumió desde un principio como una práctica de resistencia. Gays latinos, negros y trans construyeron esta danza estilizada y festiva como contrapeso a la escena blanca y discriminatoria.
La pose es lo que cuenta y cada día se posa más en la Ciudad de México. House of Mamis es un joven grupo de practicantes de vogue que entrenan su cuerpo para irrumpir en la pista y reconfigurar las formas tradicionales de mirar las condiciones de género.
Foto: Alejandra Carbajal
Mendoza afirma que el voguing es para todas las corporalidades, pues su estética no requiere de un físico determinado, sino de una actitud de aceptación y confianza. “Es un espacio seguro para los gays, donde no se discrimina, puedes ser quien quieras y llevar tu personaje a la pista de baile”.
Con una formación en el diseño de modas, y su proyecto de ropa Dulce o Truco, Mendoza decidió enfocarse este año en su casa de vogue. Para él, esta práctica fomenta el feminismo y desdibuja las fronteras entre lo masculino y lo femenino.
Además de enfatizar las posibilidades del cuerpo y su gozo. “Se te quita el prejuicio, la misoginia, de pensar que lo afeminado está mal y tiene que ocultarse. Porque incluso en la comunidad gay se sigue apreciando la masculinidad. El voguing es un proceso de liberación y empoderamiento al exaltar lo femenino”.
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