Después de pasar varias veces por este local decorado con colores terrosos, mueblería negra, veladoras y pantallas de plasma, decidí entrar. Arranqué con una primera rebanada de una pizza benjamín, a base de queso mozzarella, jitomate deshidratado, Philadelphia, prosciutto y orégano. En verdad sabía bien, especialmente por la cebolla caramelizada que le da un ligero toque dulce a esa combinación salada, sin empalagar.
En esas estaba cuando un tipo bastante agradable de la mesa de al lado, que también había ordenado solo, me preguntó cualquier cosa con el evidente objetivo de empezar una conversación. Estábamos sentados en las mesas al aire libre que dan a Amberes.
Entonces pensé ¿hace cuánto que no tenía una agradable conversación sin tener que rasguñar mi garganta de tantos gritos por el volumen alto? Últimamente tratar de charlar en un antro de los de Amberes es casi una pesquisa voluntaria de alguna enfermedad de la garganta. Fue lo que más me gustó.
Es una pizzería dependiente de la franquicia 50 Friend, pensada para los comensales que suelen reventar en los distintos bares gays de la Zona Rosa. Quizás por eso es que las pizzas especiales llevan nombres masculinos, como benjamín, víctor, beto, flavio y hasta pavarotti. Los precios van desde una pizza chica de 75 hasta la más cara de 200 pesos.
Abren desde la una de la tarde, pero la afluencia, que incluye ligue si le echas ganas, se da por ahí de las seis o siete. No hay que preocuparse mucho por las calorías, seguro se quemarán cuando las caderas sigan tratando de imitar a Shakira en la madrugada.