Los nombres de Eva Blunt y Amondi Blunt empezaron a resonar en el circuito de las fiestas LGBTTTI cuando su propuesta llegó a los reflectores del primer reality drag en México La Más Draga, en el que Eva Blunt fue finalista. Desde entonces y como pareja, han aportado al movimiento drag de la ciudad, mediante las fiestas de Travestía, un estilo que pretende romper con las fronteras del nicho gay para conquistar otras audiencias, como los heterosexuales, y así ayudar a romper prejuicios y fobias.
Foto: Alejandra Carbajal
El reality RuPaul's Drag Race impone estándares muy altos para quienes desean ser drags...
Eva: Gracias a RuPaul, el drag salió del underground para convertirse en un fenómeno mainstream en Estados Unidos. Incluso yo puedo decir que soy víctima del drag gringo, RPDR despertó en mí una curiosidad que me impulsó primero a pintarme las uñas y después hasta vestirme sin miedo. Pero en México lo drag ha empezado a tener su rumbo propio y súper fuerte, resultado de la combinación de la influencia estadounidense con la identidad mexicana que tiene sus propias cosechas musicales o de show.
Si no hubieran visto el reality de RuPaul, ¿se hubieran atrevido a subirse a los tacones?
Amondi: Tuve contacto con el arte de la transformación desde hace 10 años a través de unos amigos imitadores de artistas. Los veía sin saber qué era el drag o si existía, pero recuerdo que su estilo era más callejero.
Foto: Alejandra Carbajal
¿Hay una identidad drag mexicana?
Eva: En el drag mexicano hay algo de calidez humana. En otros lados son muy perras y se creen intocables e inaccesibles, aquí hay un sentido muy real de la amistad, entre nosotras y entre la gente que nos admira.
Amondi: Las drags de Estados Unidos y Europa tienen mucha producción que las ayuda a pulir su imagen, pues ha crecido toda una industria que te vende tacones, pelucas, uñas y hasta pestañas postizas especiales. Las mexicanas y latinas (yo vengo de Colombia) aprenden a transformarse prácticamente con lo que tienen a la mano; sin mucho presupuesto y a través del hechizo, como decimos: con el acto de darle la vuelta a algo muy sencillo para que se vea carísimo y espectacular.
¿En México se aspira a que el transformismo se vuelva industria?
Eva: Cuando veo a mucha gente interesada y que consume dentro de lo que podríamos denominar cultura drag, pienso que ya está tomando forma de un nicho muy cabrón que mueve dinero. Va poco a poco.
¿Hacer drag cambia la forma en cómo percibes la vida, incluso la cotidiana?
Eva: Definitivamente. Subirte a los tacones implica una explosión en tu cabeza que cambia tu forma de percibirte a ti mismo y a los demás, al final, no pasa nada si te pones un vestido de día con tu fisonomía de hombre; cisgénero homosexual, que es lo que sigo siendo. Hoy puedo decir que experimento un grado de libertad, puedo ponerme una “ombliguerita” como hombre, porque no vas a invertir tres horas de tu vida para ser drag todo el tiempo nomás para ir al súper.
Amondi: Mi cuerpo físico ha cambiado muchísimo a partir de que empecé a hacer drag; no me dejo crecer la barba y tampoco hago mucho ejercicio en el gym, ya no me da tiempo y el cansancio es más grande.
El movimiento drag está pasando por su mejor momento, pero ¿cómo mantenerlo sin caer en lo perecedero de la moda?
Eva: Es un riesgo muy latente y que pocos ven, o quieren ver. La forma de evitarlo es buscando nuevos públicos, porque a pesar de que ya somos un chingo de drags, especialmente en la CDMX —en provincia se sigue viviendo de forma diferente y marginal—, tenemos que seguir inspirando al público y no solo a nuestro nicho, que es muy gay. Normalizar el drag para que las nuevas generaciones no tengan miedo y sean más libres.
Amondi: Debemos salir de nuestro círculo de fiestas y mostrarnos ante un público que no está acostumbrado a tener contacto con el mundo drag y de algún modo es lo que estamos tratando de hacer en Travestía mes con mes: enseñarles que es bonito, fino, para romper los estigmas alrededor del drag que en México aún existen.
Foto: Alejandra Carbajal
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