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Las fiestas circuit que suceden al interior de las bodegas, adoradas por la actual generación gay, tuvieron un origen: la cultura rave.
Con aglomeraciones de libertad exuberante y horario infinito, no importaban las sexualidades ni los estratos sociales o las poses de aparador. Sólo había que hidratarse y dejarse llevar por la música proveniente de los surcos del acetato.
En los noventa hubo un personaje que hizo de los raves no sólo fiestas, sino un manifiesto generacional: Luis Carlos Gómez, mejor conocido como dj Chrysler, quien también es artista plástico y miembro de la época más brillante del performance art en México. No por nada su nombre aparece en el libro Performance en México. 28 testimonios 1995-2000, de Dulce María Alvarado.
A propósito de su publicación, conversamos con él sobre su paso por el mundo rave y la evolución de las orientaciones sexuales, hoy aglutinadas en las siglas LGBTTTI. ¿Qué recuerdos te trae el libro de Performance en México?
Ese libro es un recuento cronológico de los eventos que sucedieron en el Ex Teresa Arte Actual, la catedral del performance en México. Antes de ser dj, ya estaba involucrado con las artes visuales. Mi nombre, dj Chrysler, viene a razón de una campaña publicitaria de principios de los noventa de esa firma de autos cuyo slogan era "Chrysler es performance". La idea era enviar mensajes antipublicitarios, tener un nombre tremendamente comercial para una personalidad fuera del mainstream.
¿Te sientes más artista que dj?
Cuando empecé a mezclar el videoarte con el performance, la música electrónica era un factor dominante. Hice una pieza de videoarte que incluía colaboraciones de músicos como Walter Schmidt, Carlos Robledo y Alfonso André, quienes experimentaban con elementos electrónicos. Yo interpretaba sus rolas en videos minimalistas. Así surgió mi incursión, que coincidió con el nacimiento de la cultura rave mexicana. Me refugié en las tornamesas para aislarme del mundo del arte que me parecía esnobista. ¿Cómo fueron aquellos años de rave capitalino?
Empezaron como fiestas entre amigos, artistas, músicos y personalidades pioneras de la cultura drag capitalina, como La Bogue o Vicky Fox. Eran fiestas en las que predominaba un sentido de libertad y sin pretenciones económicas.
¿Cuál fue el primer rave en el que mezclaste oficialmente como dj Chrysler?
Se llamó The Killer Night, fue algo pequeño en el bar Catacumbas. Los primeros raves eran fiestas clandestinas. Poco a poco se hicieron masivos al interior de grandes bodegas industriales, como Eureka, que sucedió en una fábrica en la Doctores o el legendario rave de la Arena México. ¿Sientes que tu personalidad influyó para generar ambientes de libertad y tolerancia hacia la diversidad sexual?
Una característica de los raves era que no sólo incluían gente de cualquier orientación sexual, sino que en algún punto de la madrugada veías bailar a personas de todos los estratos sociales o religiosos. No cabían las diferencias. De pronto veías al niño "bien" de las Lomas besándose con un chavo de Neza, vestido de peluche.
En esa época los clubes nocturnos eran muy selectivos y los bares gay ponían música de Cristian Castro. Las fiestas circuit aún no llegaban. Así que los raves eran un espacio de convivencia no sectaria.
¿Qué piensas del furor que las fiestas circuit causan en la comunidad gay?
La circuit es la música de la generalización, sin complicación. No me llama mucho la atención; entiendo que le dicen así porque es un circuito mundial en el que programan exactamente lo mismo. Es decir, lo que se escucha en Estocolmo se oye también aquí. Cuando mezclaba en los raves, iba a Nueva York exclusivamente para comprar viniles en locales subterráneos.
Es curioso porque, cuando empecé en la cultura rave, los hetero iban a antros gay para escuchar la música que no sonaba en ningún lugar. Ahora es al revés.
La globalización nos está recortando los gustos como tiras de muñecos de papel. El feeling gay se ha estancado. Cosa rara porque ahora que el acceso a la música es inmediato, puedes dar con joyas que a su vez generan propuestas contemporáneas y radicales; sin embargo, los gays se inclinan por lo comercial.
Con aglomeraciones de libertad exuberante y horario infinito, no importaban las sexualidades ni los estratos sociales o las poses de aparador. Sólo había que hidratarse y dejarse llevar por la música proveniente de los surcos del acetato.
En los noventa hubo un personaje que hizo de los raves no sólo fiestas, sino un manifiesto generacional: Luis Carlos Gómez, mejor conocido como dj Chrysler, quien también es artista plástico y miembro de la época más brillante del performance art en México. No por nada su nombre aparece en el libro Performance en México. 28 testimonios 1995-2000, de Dulce María Alvarado.
A propósito de su publicación, conversamos con él sobre su paso por el mundo rave y la evolución de las orientaciones sexuales, hoy aglutinadas en las siglas LGBTTTI. ¿Qué recuerdos te trae el libro de Performance en México?
Ese libro es un recuento cronológico de los eventos que sucedieron en el Ex Teresa Arte Actual, la catedral del performance en México. Antes de ser dj, ya estaba involucrado con las artes visuales. Mi nombre, dj Chrysler, viene a razón de una campaña publicitaria de principios de los noventa de esa firma de autos cuyo slogan era "Chrysler es performance". La idea era enviar mensajes antipublicitarios, tener un nombre tremendamente comercial para una personalidad fuera del mainstream.
¿Te sientes más artista que dj?
Cuando empecé a mezclar el videoarte con el performance, la música electrónica era un factor dominante. Hice una pieza de videoarte que incluía colaboraciones de músicos como Walter Schmidt, Carlos Robledo y Alfonso André, quienes experimentaban con elementos electrónicos. Yo interpretaba sus rolas en videos minimalistas. Así surgió mi incursión, que coincidió con el nacimiento de la cultura rave mexicana. Me refugié en las tornamesas para aislarme del mundo del arte que me parecía esnobista. ¿Cómo fueron aquellos años de rave capitalino?
Empezaron como fiestas entre amigos, artistas, músicos y personalidades pioneras de la cultura drag capitalina, como La Bogue o Vicky Fox. Eran fiestas en las que predominaba un sentido de libertad y sin pretenciones económicas.
¿Cuál fue el primer rave en el que mezclaste oficialmente como dj Chrysler?
Se llamó The Killer Night, fue algo pequeño en el bar Catacumbas. Los primeros raves eran fiestas clandestinas. Poco a poco se hicieron masivos al interior de grandes bodegas industriales, como Eureka, que sucedió en una fábrica en la Doctores o el legendario rave de la Arena México. ¿Sientes que tu personalidad influyó para generar ambientes de libertad y tolerancia hacia la diversidad sexual?
Una característica de los raves era que no sólo incluían gente de cualquier orientación sexual, sino que en algún punto de la madrugada veías bailar a personas de todos los estratos sociales o religiosos. No cabían las diferencias. De pronto veías al niño "bien" de las Lomas besándose con un chavo de Neza, vestido de peluche.
En esa época los clubes nocturnos eran muy selectivos y los bares gay ponían música de Cristian Castro. Las fiestas circuit aún no llegaban. Así que los raves eran un espacio de convivencia no sectaria.
¿Qué piensas del furor que las fiestas circuit causan en la comunidad gay?
La circuit es la música de la generalización, sin complicación. No me llama mucho la atención; entiendo que le dicen así porque es un circuito mundial en el que programan exactamente lo mismo. Es decir, lo que se escucha en Estocolmo se oye también aquí. Cuando mezclaba en los raves, iba a Nueva York exclusivamente para comprar viniles en locales subterráneos.
Es curioso porque, cuando empecé en la cultura rave, los hetero iban a antros gay para escuchar la música que no sonaba en ningún lugar. Ahora es al revés.
La globalización nos está recortando los gustos como tiras de muñecos de papel. El feeling gay se ha estancado. Cosa rara porque ahora que el acceso a la música es inmediato, puedes dar con joyas que a su vez generan propuestas contemporáneas y radicales; sin embargo, los gays se inclinan por lo comercial.
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