Llámame por tu nombre (Call me by your name) levantó un número considerado de nominaciones al Óscar, más el sui generis alboroto que causó cuando llegó a las carteleras de las salas cinematográficas. Inusual para una historia homosexual exhibida en una época donde supuestamente la visibilidad de las minorías sexuales es una realidad y hasta parte de la cuota de entretenimiento.
La novela cuenta la historia del adolescente Elio y su campirano despertar sexual con el asistente de su padre, un hombre con sus treinta y tantos años bien montados; el guapísimo y bronceado Oliver. En medio de fastuosos paisajes toscanos, perfeccionados por el brillante sol del verano italiano con el esplendor del auge del post punk de 1983, el drama despertó fascinación y sospecha por igual. Hubo quienes alabaron el romance mientras otros vieron en las secuencias de imágenes fantasías entrampadas en el privilegio blanco.
Llámame por tu nombre fue la adaptación de la novela del escritor André Aciman que, en realidad, es parte de una serie de secuelas que mantienen el progreso de los personajes, y de la cuál Encuéntrame responde a una segunda entrega, aunque su autor se resiste a llamar a esta continuidad una trilogía propiamente.
¿Por qué situaste la historia en los ochenta?
Es una época en la que viví al máximo supongo. Pero creo que también fue una década dónde las relaciones humanas se vivían con una intensidad más real. Conversaban y se abrazaban y se besaban. El contacto humano no tenía distractores con los teléfonos inteligentes y la gente no se aislaba en su mundo de selfies y redes sociales. Los sentimientos se vivían de una forma entrañable.
Foto: Película Llámame por tu nombre/Cortesía
¿Cuál ha sido la recepción de los lectores de Encuéntrame en otras regiones del mundo?
He notado dos respuestas, y puedo entender las dos. La primera: ¿dónde están Elio y Oliver, por qué tengo que estar leyendo 100 páginas sobre el padre? La segunda: este tomo es un poco más oscuro que el anterior, se siente con una profundidad que mueve las entrañas mucho más que el primero.
Quizás tenga que ver con la expansión de la humanidad de los personajes que se concentra en lo trágico. Tampoco es una tragedia extrema, pero sí una suerte de aproximación muy recóndita sobre el dolor. Cosa que no existe en Llámame por tu nombre. La gente me ha dicho que este nuevo tomo le ha hecho llorar en formas muy distintas y con un impacto que no logró el primero. Y me agrada escuchar esto porque no es Llámame por tu nombre parte II.
Si no es una segunda parte, ¿cómo entender entonces la continuidad? He leído que están ubicando a Llámame por tu nombre como la trilogía gay del siglo XXI.
Son los mismos personajes que van creciendo a lo largo de los libros. No envejeciendo, pero sí de algún modo se vuelven más sabios. Sobre todo, Oliver, un personaje difícil de comprender porque es muy bidimensional, lleno de inseguridades y belleza, pero inmerso en situaciones inusuales.
Es una historia de amor gay. Y puedo entender que la consistencia de los personajes dé la idea de una trilogía o una saga gay, lo que sea que eso signifique, pero en realidad, son libros muy desconectados uno del otro.
Quizás por los paisajes italianos, pero mientras leía Encuéntrame, experimenté flashbacks que me llevaban a Thomas Mann, uno de mis autores favoritos,
Curioso, porque no me gusta Thomas Mann. No me gusta su sentido de la ironía, me parece artificial. Recuerdo haber leído La montaña mágica hace algunos años y siempre me preguntaba, ¿cuál es el punto de todo esto? Y debo confesarte algo; Muerte en Venecia, pero la película, la adaptación de Lucio Visconti, me parece infinitamente superior al libro.
Como hombre heterosexual, ¿cuáles son tus referentes de escritores homosexuales?
Diré lo que alguna vez dijo Oscar Wilde: si es un buen libro y está bien escrito, me gusta. Uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos es Marcel Proust, quien era totalmente homosexual. Pero creo que no se trata solo de lo gay. Probablemente estoy más interesado en la trascendencia que existe en medio de dos hombres o un hombre y una mujer. Quizás porque ya estoy viejo, tengo 69 años, pero ya no me gusta el sexo explícito. Ni en los libros ni en el cine. Es como violencia o como cuando ves inyecciones de heroína en tamaño gigante y se ponen la aguja en el brazo. No me gusta ver eso. No quiero ver penetración.
A mí me fascina patológicamente ver penetraciones, entre hombres, claro. Y eso que soy un gay cuarentón…
Te entiendo, pero insisto, quizás porque no me importa si están juntos en la cama y que no haya algo más, esto podrá implicar una metáfora de castidad. Incluso artificialmente casto. No me importa. Para verlos a los dos, no, simplemente no quiero verlo.
En reseñas, a menudo se refieren a tu libro como una “sensual historia de amor gay”. Al saber ahora que no te gusta el sexo explícito, ¿cómo diferenciarías entre sensualidad y porno gay?
Trataré de responderte utilizando mis propios pasajes en la película de Luca Guadagnino, que hizo un excelente trabajo de adaptación: cuando Elio y Oliver están a punto de tener sexo en Llámame por tu nombre, solo están cubiertos por una toalla y de pronto se corre un poco la puerta porque están fumando mota.
Existe ahí un exquisito trabajo de no seguir al pie de la letra la voz del narrador del libro, que era un tanto más rebuscado en ese primer encuentro sexual. Volviendo a la escena, cuando se cierra la puerta, siento que ahí se encuentra la diferencia entre lo sensual y lo porno, en el misterio de la intimidad, en no saber que pasa dentro, sin obviar las escenas.