Villa y Zapata
Foto: Cortesía Museo Nacional de la Revolución
Foto: Cortesía Museo Nacional de la Revolución

El coronel veterano Don Armelio Robles

Conoce al excoronel conocido como “La Güera Amelia”

Publicidad

El doctor Pedro Peña revisaba a Don Amelio Robles para externar un certificado médico, el motivo: legitimar las cicatrices de guerra dignas de la valentía. Era el México de 1948, y orgulloso, Amelio se quitaba el sombrero y se arremangaba la camisa para mostrar sus lesiones. Una bala por aquí, una cicatriz por allá. El médico certificó 6 heridas incluyendo una en el muslo, mostrada pudorosamente. No había duda del coraje y la valentía, Robles era todo un hombre.

Cuando Don Amelio llevó su certificado a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) en 1955, comenzó el tedioso trámite para ser reconocido como veterano de la revolución. Zapata lo estimaba, apoyó a Obregón y combatió a Carranza. Quién diría que su camino empezó cuando huyó de casa junto con “la bola” sin siquiera saber por qué luchaba.

Hasta 1974 se le reconoció como veterano. Aunque alcanzó el grado de Coronel en el ejercito Zapatista, la SEDENA solo le permitió la veteranía y el pago de un gasto por una enfermedad. Amelio tampoco logró la pensión militar, pero estaba satisfecho con ser veterano, un hombre veterano. 

Regresó desde la Ciudad de México a su casa en Xochipala, Guerrero, donde lo esperaba su esposa Guadalupe Barrón. En el camino recordó aquella vez en que unos sujetos intentaron asaltarlo con el fin de revelar su sexualidad; Amelio sacó su pistola y logró matar a dos agresores, pero tras el incidente fue preso en el departamento de mujeres de Chilpancingo. El mundo no estaba preparado para que la niña que nació en 1889 ahora se comportara y viviera su vida como hombre.

La recordaban como “la güera Amelia”, pero su imagen, su mirada, su voz, su rostro, eran los de un hombre. Si llegaba a escuchar que alguien se refería a él como mujer, desenfundaba encolerizado su pistola. Nada pudo hacer contra un mundo que aún lo consideraba mujer, las notas de periódicos referían confundidos su historia. Incluso la periodista  feminista Gertrude Derby no aceptó esta idea cuando conoció al coronel para escribir un libro de mujeres revolucionarias.

Su lucha más dura y cruel, no fue en la revolución, fueron 70 años de una sociedad que se negaba a verle como hombre. Incluso el museo de la caballería muestra su foto en el muro de “mujeres revolucionarias”. Ni siquiera al morir en 1984 lo logró, su epitafio menciona “aquí yacen los restos de la coronela zapatista”. En la SEDENA aún queda un acta de nacimiento apócrifa que lo pone como hombre y una condecoración que lo recuerda como veterano.

Museo de la caballería. Campo Militar 1-B. México Tacuba s/n, Popotla. Metro Colegio Militar. Mar-sáb 10am-6pm. 

Recomendado
    También te puede gustar
    También te puede gustar
    Publicidad