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Uno de los mayores temores para los jóvenes estudiantes mexicanos de secundaria/preparatoria en un salón con muchos alumnos, es que la primera letra de su apellido este entre la R y la Z. ¿La razón? Estar cerca de ser el número maldito en la lista… el 41. La gran mayoría no tiene idea del significado tras dicho número, pero solo saben que tenerlo implicará burlas, humillaciones y acoso por parte de sus compañeros durante todo el año. El 19 de noviembre estrena en la cartelera mexicana la película El Baile de los 41 que aborda el nacimiento del pánico mexicano por este número, y sobre todo nos presenta a la comunidad homosexual en el periodo de Porfirio Díaz.
Foto: Cortesía de la producción
Ignacio de la Torre y Mier (Alfonso Herrera) parece tener la vida perfecta, se acaba de casar con Amada Díaz (Mabel Cadena), la hija del presidente, quien además está profundamente enamorada de él, y su carrera política sube como la espuma, pero oculta un secreto que podría destruirlo todo: es homosexual y siente una gran atracción por el abogado Evaristo Rivas (Emiliano Zurita).
La película nos presenta los hechos ocurridos previamente, durante y después de la escandalosa redada policial realizada en noviembre de 1901, en la que 42 hombres —19 vestidos de mujer— estaban celebrando sus preferencias; uno de ellos el yerno de Díaz, por eso “solo” se contabilizaron 41. Este baile hizo historia, ya que fue la primera vez que se habló de la homosexualidad en la prensa mexicana y además le dio pie a que el número 41 esté ligado a algo rechazado ante la sociedad.
Historias de época en el cine tenemos muchas, pero pocas van más allá de un cuidado diseño de arte y vestuario. En este filme la producción es impecable, las locaciones (la gran mayoría reales) lucen y su paleta de colores resulta seductora. Me encantó que iluminaran con luz natural, sobre todo las escenas nocturnas, ya que las hace íntimas y funciona perfecto para dar una atmosfera que nos invita al pecado. Sin dudarlo es el mejor trabajo en la carrera de Alfonso Herrera; puede soportar el peso de la película de inicio a fin. Emiliano Zurita se entrega al proyecto, pero la mención honorifica es para Mabel Cadena, quien es la revelación del año entregándonos a una Amada, que con gestos y movimientos corporales transmite su frustración, desilusión y desesperación al ser engañada.
El mérito de la película es totalmente del director David Pablos, quien nos demuestra que es un realizador talentoso que puede sacar adelante un filme a pesar de contar con un guion débil, que a los 30 minutos deja de contar algo nuevo para solo darle vuelta a lo mismo. El ganador del Ariel a Mejor Director por Las elegidas nunca deja de jugar con los movimientos de cámara y evita así que perdamos atención a la película.
Al inicio, el filme nos adentra a un mundo lleno de placeres en el que un grupo de hombres se refugia para entregarse a sus más profundos deseos, haciéndonos sentir que estamos ante un producto arriesgado, crudo, que no le tiene miedo a la represalias de la sociedad. Pero conforme avanza, se empieza a moderar visualmente y se convierte en un drama convencional que está dispuesto a cumplir con los requisitos comerciales necesarios para hacerla accesible para todo público y no solo para la comunidad LGBTTTI.
El Baile de los 41 funciona porque nos entrega lo que nos promete en un principio, pero no logra convertirse en una pieza clave del cine LGBT+ ya que será más recordada por su estética que por su historia, la cual está arraigada en la cultura popular mexicana desde hace más 100 años. Nos ayuda a entender el pasado del 41, pero hubiera sido increíble que nos ayudara a sentir empatía por lo ocurrido.
El Baile de los 41. Estreno en Netflix: Miércoles 12 de mayo.
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