Todos sabemos que un bar gay no es ese lugar que frecuentan las personas LGBTTTI y ya. Un antro gay es un sitio en el que la sexualidad, la contracultura y el lenguaje conviven libremente. El Nueve —nombre original del antro cuando estaba ubicado en la calle de Londres— fue todo lo anterior, fue el Studio 54 en Nueva York y lo que hoy es La Purísima en la CDMX.
En su época gloriosa de vida en los ochenta —cuando el terremoto del 85 y la aparición del SIDA—, en El Nueve se presentaban travestis con shows que no se limitaba a imitar a artistas y tocaba lo mismo Café Tacvba que bandas underground. Como primer gran antro gay recibía a la crema y nata de la sociedad mexicana tanto LGBT+ como heterosexual, hay fotos de Silvia Pinal y Carlos Monsiváis en este bar.
Este sitio además se convirtió en un epicentro cultural único cuando decidió hacer días temáticos, como aquellos jueves en los que Rogelio Villareal y Mongo, de las revistas gay La regla rota y La pus moderna, tomaban el control del lugar. El creador de todo lo anterior fue el activista y exquisito francés Henri Donnadieu (1976), quien en un acto nostálgico, este 2018 decidió reabrir las puertas del icónico antro también en Zona Rosa, pero bajo el nombre de El 9 de Amberes.
Al entrar a El 9 de Amberes me encontré del lado izquierdo una línea de mesas y del lado derecho una gran barra, el ambiente se siente como un pub de cervezas, aunque no lo es, y los tonos de todo el lugar son rojos, blancos y negros; un tanto elegante. Al fondo y a desnivel me topé con una zona que luce más íntima, perfecta para platicar y chance ligarte a uno que otro sugar daddy. Tengo que decir que en mi visita me sentí como en una reunión de veteranos.
Probablemente el lugar más divertido es una especie de tarima, cuadrada y muy pequeña, en el segundo piso. Aquí el cantante y performer queer, Galo Santo, lucía un vestido rojo tan provocador que temía que comenzara a besuquear o a encuerar a todos, como acostumbra. Acierto del lugar.
Ya con unas chelas encima —hay nacionales de $31-$99 y de barril en $43 el tarro— y luego de una complicadísima escalera, llegué a la terraza, busca este espacio si vas en plan de novio o tranqui. La carta no es nada de otro mundo: tacos, nachos y tragos largos que van de los $83 a los $189, para el daddy que te ligues también hay botellas de champagne. Mientras estuve, fácil sonaron cinco canciones de Madonna y los beats se escuchaban, más que retro, clásicos joto-pop (ya sé que no existe esta denominación), el reguetón tuvo una sutil y digna aparición.
La gran interrogante es si El 9 regresó para combatir los antros gay cuya emprenda son las promociones de alcohol y más nada, a reforzar la vida nocturna LGBT+ que incesantemente es semillero de expresiones y artistas; o en su lugar, volvió como un mero hecho nostálgico del que todos queremos ser parte, pero probablemente no regresemos tan seguido.
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