Todo empezó cuando vi un anuncio en redes sociales. Buscando un nuevo espacio donde saciar la lujuria gay. Clubes de sexo hay muchos y se multiplican como conejos sin condón, pero la verdad es que la mayoría de ellos son departamentos con colchones en el piso, un estéreo en el rincón y la cocina que sirve tragos como en cualquier fiesta casera. Por eso Fuí con las expectativas tan bajas como chicle pegado en la suela del zapato. Cuál va siendo mi sorpresa que, a unos cuantos pasos del metro San Antonio Abad, se encuentra uno de los sex club para homosexuales más grandes y originales que he visto en mi vida. Y eso es quedarse corto.
Se trata de una bodega industrial con dos niveles y una terraza donde el deseo entre hombres en calzones o totalmente desnudos, se abre camino entre una decoración que recrea al mismo tiempo los mejores tiempos del cabaret capitalino, con candelabros, un piano, increíbles cuadros de mitad del siglo pasado y una mesa de billar, mezclado con la tradición heredada de los laberintos obscuros de San Francisco. Chikro incluye neones porno, mobiliario para clavarla a gusto, cuartos iluminados de rojo, otros totalmente oscuros, un pervertido pasillo en el que los más atrevidos pueden acomodarse para se agasajados anónimamente y una terraza para los que no les tienen miedo al exhibicionismo.
Resalta que tienen un increíble sistema de sonido que ya quisieran muchos antros de la Zona Rosa, casi siempre con djs en vivo. Está extremadamente limpio. Y aún más importante, el día que fue me tocó un cover de 100 pesos, pero por lo que entiendo el costo de entrada varía entre los 100 y los 250 pesos, dependiendo de si hay fiestas especiales.
Si bien, como todo club de encuentros, no es un espacio regulado, es necesario hablar de estos espacios porque forman parte de la identidad gay de la Ciudad de México y porque Chikro es un lugar que se ha esforzado por hacerse de una identidad y filosofía propia, libre de convenciones y tan sólo por eso, vale la pena mencionarlo.