1. Foto: Alejandra Carbajal
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    Ana María Agredo y Jessica Durán.

  2. Foto: Alejandra Carbajal
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  3. Foto: Alejandra Carbajal
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  4. Foto: Alejandra Carbajal
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    Letto Belquia.

  5. Foto: Alejandra Carbajal
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    Bruno Cuervo.

  6. Foto: Alejandra Carbajal
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    Ana Agredo y Jesica Durán.

  7. Foto: Alejandra Carbajal
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    Huertos urbanos de Casa Gomorra.

  8. Foto: Alejandra Carbajal
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  9. Foto: Alejandra Carbajal
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Reseña

Casa Gomorra

4 de 5 estrellas
  • Gay y lésbico
  • Obrera
  • Crítica de Time Out
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Time Out dice

Si esta casa hablara, tal vez contaría historias que muchos pensarían que sucedieron en el Nueva York de los sesenta, en La Fábrica de Andy Warhol.

Hombres y mujeres desnudos bailan sin pena al ritmo de la música. Otros cogen en el cuarto de al lado. Una chica delinea los tatuajes de su compañera con la lengua, mientras en la pared se proyectan imágenes de un hombre acariciando su pene de 15 centímetros. Estamos en la Ciudad de México, en la Obrera, en un lugar donde todo es posible: se llama Casa Gomorra y, más que a sexo, huele a libertad.

Todo comenzó hace un par de años, cuando Bruno Cuervo, Ana Agredo, Mirushka y Letto Belquia rentaron el inmueble (que años atrás había funcionado como casa de citas) para vivir. Lo que unió a este grupo de amigos fue su interés en los estudios de género, en las corrientes como el feminismo, transfeminismo, el pornoterrorismo y la filosofía queer. Por ello, decidieron aprovechar este espacio para apoyar proyectos autogestivos que trabajan a favor de la comunidad LGBTTTI.

“Definimos lo que queríamos hacer después de una fiesta de Jerry, un amigo trans de Mirushka. Vino mucha gente, lo mismo lesbianas, gays, de todo un poco. Fue épico”, comenta Bruno, quien tiene un proyecto de joyería independiente y edita fanzines porno.

El interés por hacer fiestas salvajes adquirió otra finalidad además del placer. “Vimos que las fiestas son una gran opción para recaudar dinero, pero también abren un espacio que la comunidad necesita: un lugar seguro en donde vivir su sexualidad sin prejuicios. Aquí puedes bailar en tetas sin molestar a nadie, hay respeto a la identidad de los otros”, platica Ana, cuya línea de investigación son los estudios transfeministas.

Poco a poco se han sumado más personas al proyecto. Una de ellas es Diana J. Torres, activista y artista pornoterrorista española, quien después de alojarse en la casa, durante el Femstival 2014, se enamoró del espacio y se quedó a vivir en un cuarto de la azotea. Ahora comparte performances, ofrece charlas y un taller teórico de eyaculación femenina, del que espera hacer pronto una versión práctica.

El interés por innovar impulsó al grupo a organizar un cuarto oscuro queer, al que tanto gays, trans, lesbianas, drags y bugas tuvieron acceso. En otra fiesta recaudaron fondos para apoyar a jóvenes trans con los trámites de su cambio de identidad y han abierto el espacio a colectivos como KOagulo, unas chicas que dieron un taller para crear arneses y látigos sadomasoquistas con materiales reciclables.

La casa ha sido sede de conciertos con bandas como Las Kumbia Queers, Los Licuadoras o Las Izquierdas. El protocolo para cada evento es aceptar a gente de mente abierta (no malacopas ni fisgones), sólo personas que trabajan a favor de la comunidad. En los proyectos futuros está la apertura de un restaurante, a cargo de Ana Agredo.

Casa Gomorra es inmune al azufre y al fuego. Los participantes de cada ritual convergen por una razón: se necesitan más espacios con libertad y seguridad para todxs.

Texto publicado como principal de la sección LGBTTTI del mes de febrero 2015.

Detalles

Dirección
5 de febrero 289
Obrera
México, DF
06800
Esquina con
Manuel José Othón
Transporte
Metro San Antonio Abad.
Precio
Cover depende del evento.
Horas de apertura
Depende del evento
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