⭑⭑⭑✩✩
Tras una ruptura amorosa, las personas suelen pasar por diferentes procesos y mecanismos de defensa para la aceptación, siendo indudablemente la sublimación uno de los más expresivos, que consiste en la canalización del sentimiento de pérdida hacia una creación artística.
Es así que muchas de las canciones más simbólicas y llegadoras se han escrito bajo la influencia directa del desamor y esto no es excepción para Danielle (Ruth Ramos) y Diego (Andrés Lupone), un par de amigos de la infancia que deciden embarcarse en un road trip para olvidarse del mal de amores, aunque ella sin manejar ya que su depresión postengaño no se lo permite: “apenas y tengo fuerzas para servirme un cereal”.
Y es que esta cinta nos habla de la extrañeza que puede llegarse a dar con un conocido, de cómo las millas recorridas juntos son capaces de convertirse en olvidos cuando las rutas se ven forzadas a ir por distintos caminos. Es decir, del factor ruptura y de la incertidumbre de las relaciones humanas: cuando crees conocer a alguien del todo, desde el lado que le gusta dormir en la cama hasta la canción que muere de ganas por cantar en un karaoke y no se atreve.
La insignificancia del todo hace que nuestros protagonistas se unan en desamor y terminen en un viaje que les enseñará que el vínculo más importante y desinteresado que comparten es la música, que de acuerdo a la directora de la cinta, Silvana Lázaro, constituye una catarsis para su proceso de sanación.
Foto: Cortesía FICG
La ópera prima forma parte de la selección oficial de los Premios Maguey del Festival Internacional de Cine de Guadalajara FICG puesto que esta incluye en su guion la fresca interpretación de la chica Marisol Cal y Mayor como el nuevo posible interés romántico de la protagonista.
Finalmente, cabe destacar que el crew del largometraje fue constituido en su mayoría de un equipo de trabajo de mujeres logrando así una perspectiva sutil y femenina que puede apreciarse en una de mis escenas predilectas: Dani compite en un duelo de guitarras contra otro músico. Mientras el chico revienta las cuerdas y toca de manera agresiva, la interpretación de Dani es apasionada y con un mayor detalle por la composición.
El resultado es inminente; el público (incluso bikers) estalla en vítores en respuesta al sutil estilo creativo de Silvana Lázaro que se ve reflejado a todo momento en Canción de Invierno.