Conocí a Kevin, un canadiense ansioso por un poco de sol, mientras deambulaba por la Zona Rosa. Yo buscaba cosas nuevas para esta sección, mientras él descubría la oferta del barrio gay de la ciudad.
Tropezamos por el gentío que se aglutina en la acera donde se juntan el 42ND Street Café, el Lollipopy el Papi Fun Bar. Volteó la cabeza para ver mi camiseta de My Bloody Valentine y le sostuve la mirada, porque tenía esa forma de coger el cigarro que me derrite, presionando la boquilla con las yemas del pulgar y el índice. Platicamos un rato en la calle y decidimos entrar a la Botica Mezcalería. Kevin parecía algo desilusionado: la Zona Rosa no era precisamente lo que había pensado.
En ese momento recordé la tradición de los saunas defeños, mejor conocidos como vapores. Comenzaron como una alternativa de relajación, pero por su aislamiento y sus áreas divididas para hombres y mujeres, se convirtieron en espacios de los que se adueñó la comunidad homosexual. Los vapores son una parte importantísima en la identidad gay de la ciudad. Así que invité a Kevin para que me acompañara a visitar algunos vapores y que conociera una cara distinta de la vida gay.
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