Era junio de 2017. Participaba en un seminario sobre VIH, violencia y acción. Fue ahí donde escuché por primera vez la frase: “Lo que el sida nos dejó”.
¿Lo que el sida nos dejó? ¡Qué fuerte!, pensé. No podía creer que el sida había dejado algo “bueno”. Para mí solo había dejado muertes, estigmas y miedo. Sida era una palabra que teníamos que enterrar así como éste, había enterrado a muchxs otrxs. Fue en ese momento, gracias a las reflexiones colectivas, que pude entender: el sida había dejado algo más. El sida dejó lucha, resistencia, amor y colectividad.
Nada es solo blanco o negro. Todo es una dualidad. Y así como el sida signifi ca miedos, también significa esperanzas. Porque el medicamento que muchxs dejan después de su muerte es vida para otrxs. El sida adquiere poder cuando lo rodeamos de adjetivos negativos, pero cobra más fuerza cuando lo asumimos sin miedo ni vergüenza. Con orgullo y dignidad.
El sida dejó más que esperanzas rotas y nos dio la oportunidad de luchar por una vida y una muerte digna. Cuando veo compañerxs activistas y no activistas sumándose a una agenda de VIH, veo resistencia sidosa que agarra fuerza. Es importante no olvidar la lucha contra el sida, se trata de una lucha por la dignidad, la libertad y la no discriminación. Una en la que “lxs sidosxs” hemos puesto nuestros cuerpos, vidas y salud en un campo de batalla por nuestra supervivencia, nuestros derechos y nuestras comunidades. Se habla mucho del orgullo LGBT, pero pocas veces se reconoce que, gracias a la lucha seropositiva, se ha logrado mucho en esos frentes. No intentemos enterrar al sida; aprendamos de él y de lo que ha dejado. No permitamos que el sida nos destruya, al contrario, dejemos que nos haga más fuertes.
Por Axel Bautista