Publicidad
Jon Hamm está un poco sacado de onda. Le acabo de preguntar sobre su estatus como símbolo sexual, y nada más no lo entiende. Y no parece falsa modestia: Hamm es una rareza genuina al tomarse a la ligera su físico, su fama y su popularidad en general. Tiene 41 y ha vivido los trabajos de mierda, la ansiedad muy poco disfrazada sobre el futuro, esa sensación de que los años se le están escapando. Se había dado a sí mismo hasta los 35 para hacerla como actor. Si no lograba alcanzar el éxito, habría decidido que entonces, "el mercado había hablado". fortunadamente, justo a tiempo, todo cambió.
Antes de la entrevista, en un intento por explotar la sabiduría de las multitudes, pregunté en Facebook si alguno de mis amigos tenía alguna pregunta para Jon Hamm sobre el peso psicológico y lo sutil que es su retrato del cruel, encantador y carismático Don Draper. O sobre el "ascenso orgánico y sencillamente inevitable" a la cima de los dramas de la TV estadounidense, donde ahora se encuentra, hombro con hombro junto a clásicos contemporáneos como The Wire, Six Feet Under y The Sopranos. O la manera en que el programa explora elegantemente los resquicios nacientes en el sueño americano al revelar la disfuncionalidad y decepción inherente detrás de la fachada. Ni de chiste. Después de poco, el mensaje parecía como las primeras filas de un concierto de Justin Bieber.
Hamm está divertido pero sorprendido. "La onda sexy es tan efímera e insignificante... excepto en el mundo de las revistas", asegura. "¿A quién le importa cuando sólo se reduce a eso? Igual podrías ser una Kardashian y tener una cinta sexual. No es algo que yo tenga que definir. Es exclusivamente el punto de vista de los demás y yo no puedo ser ni remotamente parte de eso. Supongo que es mejor que la alternativa. Digo, ¿qué es lo opuesto a un símbolo sexual? ¿Una persona que hace a los niños llorar cuando ven su foto?" ¿Es acaso parte del problema que cuando la gente ve a Jon Hamm piensa exculsivamente en Don Draper? Debe pasar mucho. "Sí. Y realmente es un gran error el entremezclarme a mí y a Don. Tengo tan poco en común con ese personaje. Me considero un actor, y es un gran trabajo poder interpretar a este tipo. Pero tengo una vida personal y tengo un personaje al que interpreto. Idealmente, tendré más de uno..."
Sin embargo, por ahora, con éste es sufi ciente. Si Hamm es recordado principalmente por Draper, entonces, como dice jovialmente, "podría ser peor, ¿no?". Mientras nos aproximamos a la quinta temporada de Mad Men, Don nos ha engañado una vez más. Tras su separación con Betty y la muerte de Anna, la infl uyente figura femenina que le ayudaba a poner los pies en la tierra, Don dio la espalda a la guapa, independiente e inteligente Faye en favor de Megan, y cuando lo vimos por última vez, se paseaba con una sonrisa de tonto, y se veía, como Joan lo puso con su típica precisión mordaz, "como si fuera el primer hombre en el mundo que se casa con su secretaria". Puede que Don se imagine que está llegando a una madurez sensata. Pero nos preguntamos si no se está transformando en Roger Sterling. De cualquier modo, esperen que la gran perdedora aquí sea Megan, que presumiblemente puede esperar un par de años como esposa para presumir/niñera gratuita/ víctima de engaños antes de que la intercambien por un modelo más reciente. Puede ser carismática y encantadora, pero Don es un hombre terrible. ¿Será un poco preocupante que se haya convertido en una figura tan totémica en el panorama televisivo?
Hamm ve a Draper como parte de una tradición más amplia. "Va hasta Macbeth o Hamlet. Estas personas son interesantes porque no son dechados de bondad. Don es un triunfador pero ha fallado mucho en su vida también, y esa es la parte interesante. Si sólo es un tipo que hace todo de la manera correcta, entonces ¿qué estamos viendo? James Bond o algo." ¿Y qué hay de los espectadores que ven la maldad descarada y el punto de vista que da el programa sobre las prehistóricas políticas sexuales y raciales de la época con un poco de añoranza y nostalgia? "Supongo que, como con todo: te preocupas que haya gente que lo esté viendo por las razones equivocadas". dice Hamm. "Pero el programa no recibe un impulso real de parte de ese público. Si esas personas terminan viéndonos, probablemente se aburrirán muy rápido. No estamos haciendo Jersey Shore. Mad Men ha sido una cosa de boca en boca que ha crecido orgánica y exponencialmente. No nos anima algún sector en específi co del público, o la necesidad de enseñar más chichis en el programa o algo. No existe un imperativo para hacerlo más sexual o menos complejo a nivel intelectual".
Tiene razón. "Parte del motivo por el que pegó de la manera en que pegó es que no había expectativas y no había ningún nombre asociado al programa", recuerda Hamm. "Si hubiera sido, por ejemplo, 'Mad Men estelarizado por Pierce Brosnan' habría tenido algo llamativo al lado del nombre. Y no necesariamente es malo, sólo diferente. Y entonces pudimos lograr que este público lo encontrara por sí mismo y después lo hiciera suyo". Es demasiado discreto para decirlo, pero las cosas han cambiado. Y el cambio más grande lo ha involucrado a él directamente.
Algunos días después de la entrevista, voy con él a una sesión de preguntas abiertas en un cine de Mayfair. Es justo decir que hay mucha progesterona en el lugar. Después de algunas preguntas de periodistas, cualquiera puede hacerle una pregunta. Una mujer sonrojada jadea: "¿Puedo pedirte que nada más digas mi nombre?".
Jon Hamm es un tipo modesto y agradable y un actor intuitivo que ha trabajado duro para conseguir el papel de su vida. "Podría hacer este rabajo hasta que me dispararan en la cabeza y me enterraran", me dijo. Probablemente está sorprendido por cuánta gente ha llegado a sentir lo mismo. Pero se va a tener que acostumbrar.
Antes de la entrevista, en un intento por explotar la sabiduría de las multitudes, pregunté en Facebook si alguno de mis amigos tenía alguna pregunta para Jon Hamm sobre el peso psicológico y lo sutil que es su retrato del cruel, encantador y carismático Don Draper. O sobre el "ascenso orgánico y sencillamente inevitable" a la cima de los dramas de la TV estadounidense, donde ahora se encuentra, hombro con hombro junto a clásicos contemporáneos como The Wire, Six Feet Under y The Sopranos. O la manera en que el programa explora elegantemente los resquicios nacientes en el sueño americano al revelar la disfuncionalidad y decepción inherente detrás de la fachada. Ni de chiste. Después de poco, el mensaje parecía como las primeras filas de un concierto de Justin Bieber.
Hamm está divertido pero sorprendido. "La onda sexy es tan efímera e insignificante... excepto en el mundo de las revistas", asegura. "¿A quién le importa cuando sólo se reduce a eso? Igual podrías ser una Kardashian y tener una cinta sexual. No es algo que yo tenga que definir. Es exclusivamente el punto de vista de los demás y yo no puedo ser ni remotamente parte de eso. Supongo que es mejor que la alternativa. Digo, ¿qué es lo opuesto a un símbolo sexual? ¿Una persona que hace a los niños llorar cuando ven su foto?" ¿Es acaso parte del problema que cuando la gente ve a Jon Hamm piensa exculsivamente en Don Draper? Debe pasar mucho. "Sí. Y realmente es un gran error el entremezclarme a mí y a Don. Tengo tan poco en común con ese personaje. Me considero un actor, y es un gran trabajo poder interpretar a este tipo. Pero tengo una vida personal y tengo un personaje al que interpreto. Idealmente, tendré más de uno..."
Sin embargo, por ahora, con éste es sufi ciente. Si Hamm es recordado principalmente por Draper, entonces, como dice jovialmente, "podría ser peor, ¿no?". Mientras nos aproximamos a la quinta temporada de Mad Men, Don nos ha engañado una vez más. Tras su separación con Betty y la muerte de Anna, la infl uyente figura femenina que le ayudaba a poner los pies en la tierra, Don dio la espalda a la guapa, independiente e inteligente Faye en favor de Megan, y cuando lo vimos por última vez, se paseaba con una sonrisa de tonto, y se veía, como Joan lo puso con su típica precisión mordaz, "como si fuera el primer hombre en el mundo que se casa con su secretaria". Puede que Don se imagine que está llegando a una madurez sensata. Pero nos preguntamos si no se está transformando en Roger Sterling. De cualquier modo, esperen que la gran perdedora aquí sea Megan, que presumiblemente puede esperar un par de años como esposa para presumir/niñera gratuita/ víctima de engaños antes de que la intercambien por un modelo más reciente. Puede ser carismática y encantadora, pero Don es un hombre terrible. ¿Será un poco preocupante que se haya convertido en una figura tan totémica en el panorama televisivo?
Hamm ve a Draper como parte de una tradición más amplia. "Va hasta Macbeth o Hamlet. Estas personas son interesantes porque no son dechados de bondad. Don es un triunfador pero ha fallado mucho en su vida también, y esa es la parte interesante. Si sólo es un tipo que hace todo de la manera correcta, entonces ¿qué estamos viendo? James Bond o algo." ¿Y qué hay de los espectadores que ven la maldad descarada y el punto de vista que da el programa sobre las prehistóricas políticas sexuales y raciales de la época con un poco de añoranza y nostalgia? "Supongo que, como con todo: te preocupas que haya gente que lo esté viendo por las razones equivocadas". dice Hamm. "Pero el programa no recibe un impulso real de parte de ese público. Si esas personas terminan viéndonos, probablemente se aburrirán muy rápido. No estamos haciendo Jersey Shore. Mad Men ha sido una cosa de boca en boca que ha crecido orgánica y exponencialmente. No nos anima algún sector en específi co del público, o la necesidad de enseñar más chichis en el programa o algo. No existe un imperativo para hacerlo más sexual o menos complejo a nivel intelectual".
Tiene razón. "Parte del motivo por el que pegó de la manera en que pegó es que no había expectativas y no había ningún nombre asociado al programa", recuerda Hamm. "Si hubiera sido, por ejemplo, 'Mad Men estelarizado por Pierce Brosnan' habría tenido algo llamativo al lado del nombre. Y no necesariamente es malo, sólo diferente. Y entonces pudimos lograr que este público lo encontrara por sí mismo y después lo hiciera suyo". Es demasiado discreto para decirlo, pero las cosas han cambiado. Y el cambio más grande lo ha involucrado a él directamente.
Algunos días después de la entrevista, voy con él a una sesión de preguntas abiertas en un cine de Mayfair. Es justo decir que hay mucha progesterona en el lugar. Después de algunas preguntas de periodistas, cualquiera puede hacerle una pregunta. Una mujer sonrojada jadea: "¿Puedo pedirte que nada más digas mi nombre?".
Jon Hamm es un tipo modesto y agradable y un actor intuitivo que ha trabajado duro para conseguir el papel de su vida. "Podría hacer este rabajo hasta que me dispararan en la cabeza y me enterraran", me dijo. Probablemente está sorprendido por cuánta gente ha llegado a sentir lo mismo. Pero se va a tener que acostumbrar.
También te puede gustar
También te puede gustar
Discover Time Out original video
Publicidad