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Ocho, café-bar recreativo en el corazón de la Condesa, es ese lugar que tiene la atmósfera de Central Perk (la cafetería de Friends). Aunque su mudanza de Ozuluama a la México se tradujo a un lugar más amplio, los fines de semana hay que ser pacientes para que te asignen mesa. Funciona como café, bar, restaurante y lugar de juegos. Al fondo tienen una terraza para complacer a los fumadores. Sus paredes de bloques de hormigón gris y la chimenea horizontal le dan un toque sofisticado.
Un gran librero guarda todos los juegos de mesa que ofrece; quien quiera usarlos sólo tendrá que tomar la caja y la canjearla por una identificación. Sin duda, sus ofertas lúdicas más atractivas contrastan entre sí: la primera, papelitos para jugar “basta”, “timbiriche” o “gato” en el servilletero de cada mesa; la segunda, una enorme mesa touch interactiva que hay que reservar con antelación.
La carta es como de cafetería: entradas como nachos, jocoque y verduras con chile; o bien, pastas, bagels y pizzas. También hay platos fuertes como la 88, una pechuga rellena de espinacas y queso en salsa blanca. Para calmar la sed, el lugar ofrece infusiones, cafés, licuados o coctelería tradicional, como piñas coladas, bloody maries y margaritas.
Un parque, un estacionamiento, una gasolinera y hasta un sitio de taxis son parte de las escenografías de este billar. Adentro de una plaza comercial, el espacio está acondicionado con árboles artificiales y sombrillas gigantes que te hacen sentir como en la comodidad de un jardín. Instagrameros, este es su lugar.
Para comenzar pide 10 cervezas por sólo 250 pesos. Si son muchas ni te preocupes, te dan un cupón que nunca caduca para que vuelvas el día que quieras por las que te faltó consumir. La botana consta de nachos o palomitas, aunque te sugiero pedir taquitos urbanos: 20 minitortillas rellenas de carne y pollo, acompañadas con una deliciosa salsa mexicana. Los fines llega temprano (8pm) para que elijas el mejor espacio, porque hay una zona de bancos que te dejarán la espalda tan adolorida como para no levantarte en dos días.
También hay un espacio de sillas en forma de mano, a la Friedeberg. Mejor no te quedes sentado y renta una de las tres mesas de billar (la hora cuesta 60 pesos). En caso de que no te guste, pide al mesero que te lleve juegos de mesa o arma tu reta para el futbolito. Para beber, pide la chela ojo rojo, preparada con salsa inglesa, sazonador, tabasco, clamato, sal y limón.
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Caímos aquí luego de andar por la Del Valle sin encontrar algún bar que nos gustara. Ya daban las 11, pero el boliche seguía abierto. Pese a que la entrada no era nada ostentosa, un mundillo amplio se abrió al entrar.
Dos pisos completos con 52 pistas para jugar boliche, una zona de maquinitas con todo y las clásicas mesas de air hockey y billar, que con su mecánica básica garantizan una buena reta para apostar unas chelas de mango, tamarindo o piña habanera (por si quieres regresar a la prepa).
Sí, definitivamente no es un bar, pero te aseguramos que en 36 años de historia las promociones de cubetas de chelas bien frías han sido el plan ideal para empezar la fiesta, sobre todo porque cierran en la madrugada. El cubetazo de cervezas y nachos es la opción si vas en grupo, o bien un michelitro o una clamachela. ¿Ves? La adolescencia en apogeo.
Lo que sí es un mejor plan es el paquete chuzas: con dos líneas por persona, renta de zapatos, 12 alitas y 10 chelas. 450 pesitos por cuatro personas es un buen deal. Y aunque los más avanzados pueden inscribirse a torneos, no hace falta que seas un profesional de bolos: también hay ligas donde los novatos juegan sólo para divertirse.
Este icono ochentero de la ciudad dice ser el más grande de Latinoamérica. Su look disco de colores neón le dan un toquecito bastante retro que cae bien.
Que comparta nombre con un programa deportivo de televisión puede confundir al cliente, pero no, no es un sports bar. Justo al lado de la inconfundible fachada del Bar Bar (mítico por los balazos que le propinaron a Salvador Cabañas) está este recinto, cuyo repertorio de entretenimiento ofrece más de una veintena de juegos de mesa.
Hay desde Jenga, dominó y maratón hasta Agarrón de parejas, aquel ridículo juego que alguna vez Adal Ramones promovió. Todos están disponibles en las mesas del bar o en la carta.
Con 20 años de historia intermitente, La Jugada conserva su atmósfera noventera, noventerísima, de hecho. Este billar funciona para la nueva generación de adultos contemporáneos que quieren revivir sus épocas adolescentes gracias a los vitrales de colores que recuerdan el new age, las luces neón y música pop de esa época.
La carta está llena de entradas para botanear, como choripanes, dedos de queso, chili nachos, y su especialidad, papas la jugada, a la francesa, con queso gouda y orégano. También hay platos fuertes tradicionales, como carne a la tampiqueña, y una carta de coctelería modesta pero cumplidora de la que destacan los martinis, las margaritas y los daiquiris. Todos sirven para las apuestas.
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