Lo primero que sorprende de este mercado sobre ruedas es su extenso recorrido. A paso de tianguis, es decir, evitando el “ahí va el golpe” del diablero y esquivando las múltiples bolsas de las señoras que avanzan con todo y carriola, lo recorres en hora y media.
Cada domingo, este tianguis -también llamado Mercado del Pedregal o Bokoba- cruza más de 12 cuadras del Pedregal de San Nicolás, en Tlalpan. Se une a otra extensión que vende artículos de segundo mano, montado sobre la ciclopista (que antiguamente era la vía del ferrocarril a Cuernavaca).
El Mercado de la Calle 8 tiene una gama amplia de enseres para resolver el shopping integral de la casa. Desde alimentos básicos para la despensa, como verduras, frutas, carnes, pescados y condimentos, hasta los locales de ropa en los que venden las pacas de prendas usadas de a cinco por $100 y otros más que ofrecen las marcas “primas” de las comerciales: Mike, Panamá, Hugo Bosse.
También cuenta con los puestos genéricos de maquillaje que incluyen accesorios para peinar, el labial carmesí indeleble g-a-r-a-n-t-i-z-a-d-o, el tan solicitado rímel de mamey y productos de higiene personal (desodorantes, fragancias, limpiadores, cepillos de dientes).
Como buen mercado, tiene sus puestos imprescindibles de comida. Si comienzas el recorrido sobre la calle Bokoba, a la altura de Tenosique, encontrarás dos que debes probar: El Tacototote, en el que ofrecen tacos de carnitas, que rinden honor a su nombre. Sus platillos son servidos con una guarnición de papas fritas. Aunque aquí habrás comido las calorías que quemaste en meses de ejercicio, vale la pena arriesgar la línea.
El otro puesto antidieta es el de las momias, un platillo callejero hecho con una salchicha envuelta en tortilla de harina, queso oaxaca derretido y decorado con los suculentos y escurridizos lípidos de las tiras de tocino.
Por supuesto no falta la varieda': los puestos de gomichelas (cerveza con gomitas de dulce), el local de corte de pelo a $25 pesos, el carrito ambulante de miel (con todo y las celdas del panal), el puesto a bordo de un camión que vende cobertores (y que incluye un animador que recita rimas desafortunadas al micrófono para convencer a la marchanta) y un carrusel, para que el chamaco no se aburra en el paseo.
Debido a la zona, cercana a las partes semiurbanas del Ajusco, podrás encontrarte con escenas peculiares, por ejemplo, la mula cargada de botes de tacos de canasta que anda por las calles con su dueña, quien busca de agotar su mercancía.
Este es un mercado sobre ruedas que los oriundos del sur -en particular del Ajusco- tienen en el radar, por lo integral, lo extenso y, sin duda, lo guapachoso de la diversidad.