Descubre las loncherías, las mejores tortas ahogadas y chiles en nogada en la Ciudad de México.

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Comida mexicana en la CDMX
Un espacio de comida rápida para eso de las prisas y que por las noches recibe a aquellos que necesitan un poco de alimento después de la fiesta. Taquería Gabriel llegó a lo que antes era Bravo Lonchería, conserva un ambiente bohemio, tipo cantina de luchas, donde el mobiliario son de lámina y la música en español de los ochentas y noventas está bajo la batuta de una rockola.
Con el lema “Tacos bien ricos, cerveza bien fría”, los meseros conservan esa amabilidad al recibirte y atenderte. Tostaditas enchiladas de entrada y cinco salsas de la casa para acompañar la comida: habanero con piña, cebolla con habanero, cuatro chiles, la tradicional verde con aguacate y la macha, hacen que el paladar te pida una cervecita o un vaso de agua fresca del día (aunque el vaso está muy pequeño).
Sobre la carta: hay opciones básicas en tacos (suadero, tripa, carne asada), burritos, volcanes y tortas; eso sí, tortillitas recién hechas a mano. El burrito ($99) es la opción indicada para llenarse, bien servido pero la carne se siente muy pellejuda. Échale salsa para alargar su sabor.
Los tacos de suadero y tripa ($39 c/u) son cumplidores, y aunque la tortilla taquera es de buen tamaño, el contenido es poco; por los precios estaría bueno llenarlo más de proteína. Tendremos ojos puestos en este nuevo sitio de oda a las delicias callejeras.
Teresa López
El salón con su decoración en colores mediterráneos (entre ocre y rojo quemado), aunado a lo espacioso y luminoso del lugar y la solemnidad del despliegue en la mesa te hacen intuirlo: este es un espacio para adultos. En serio, es una gran experiencia culinaria.
Guy Santoro, chef ejecutivo de Almara, tiene todas las tablas –desempeñó el mismo puesto en el Hotel Presidente InterContinental Polanco y en el St. Regis México– y cada uno de los platos de este nuevo proyecto lo demuestra.
Almara juega con la palabra almazara –la maquinaria con la que se extrae el aceite de oliva– y con ese pequeño guiño anuncia la línea de sabores: este lugar, por sus palabras, es comida “mexi-terránea”.
Como toda experiencia gastronómica, el recuerdo empieza con el espacio y el servicio. En este sitio, muy de empresarios y ejecutivos, la atención es solemne, seria y con genuina disposición. Con este buen sabor de boca y un vino blanco mexicano en la mano, empezó el recorrido por los sabores de esta cocina de ingredientes nacionales y preparaciones italianas y francesas, según lo que probé en esta ocasión.
En Almara cada plato tiene un mensaje que transmitir y lo hace con claridad. Los sabores son contundentes e interesantes y, cuando tienen que serlo, discretos. La tártara de atún, por poner un ejemplo crudo, es un plato que hemos visto en miles de restaurantes, sin embargo, la frescura y la delicadeza con la que surge cada integrante es cosa seria. Poco a poco sabe la quinoa y el jengibre,...
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Después de trabajar con Enrique Olvera de Pujol y con Martha Ortiz de Dulce Patria, el chef Alejandro Cuatepotzo crea el menú de Arango, una terraza restaurante ubicada frente al Monumento a la Revolución, con una de las vistas más imponentes de la Ciudad de México ya que se montó en lo que alguna vez fue la azotea del edificio, ahora techada.
El nombre lo obtiene por el personaje histórico de la Revolución mexicana Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa. Entonces, la comida que ofrece su menú es mexicana pero va condimentada con la primicia de ser una cocina de raíces. Esto invita los ingredientes locales y las recetas tradicionales de varios estados de México, como Yucatán, o Puebla, de donde el chef Cuatepotzo es originario.
Cuando terminas de admirar la belleza del restaurante y su vista, plenamente brillante por el sol durante el día y románticamente iluminado por la noche, es indispensable pasar al ventanal a observar el mural de Pancho Villa, del pintor Sergio Segovia.
Arango es un concepto que se puede confundir fácilmente por uno de esos lugares a donde acuden empresarios y políticos, donde la comida es solo una manera de pasar el tiempo mientras se cierra un negocio. Aquí, en cambio, hay una propuesta culinaria importante y fresca.
La ensalada de betabeles y palmitos tiene pinta de sencilla, pero con el puré de colinabo, un cremoso de queso y la vinagreta de avellana, este platillo es una de las mejores cartas para comenzar el juego.
Luego los tacos de...
Solo para que te des una idea de la relevancia de El Bajío —que por cierto ya sobrepasó los 48 años de existencia, con 19 sucursales—, y más aún de esta sede: en 2002 el chef Ferrán Adrià, del legendario restaurante El Bulli, visitó a su dueña, Carmen Ramírez (mejor conocida como Titita), en Azcapotzalco, y aseguró que era “el mejor restaurante del mundo”.
Adrià se enamoró tanto de las gorditas infladas, que se inspiró en ellas para hacer las air bags que incluyó en la carta de su ya extinto restaurante.
El Bajío conserva ese aire de cocina de pueblo (especializada en el Bajío mexicano, pero sin duda con toques de todo el país), con ciertos tintes modernos. Si vas, no te saltes las gorditas saladas o anisadas, para acompañar de un café de olla, el caldo Xóchitl, las quesadillas de hongos, los huaraches con guarnición de guacamole y las empanadas de plátano rellenas de frijoles. Tampoco olvides el mole de olla.
Aunque para beber hay muchas opciones, con o sin alcohol, de todas nos quedamos con los mezcales artesanales y las margaritas. A estas últimas las encuentras en todas las cartas de todos los restaurantes de comida mexicana tradicional. Pero algo hacen en la barra del Bajío, que son especialmente ricas.
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La cocina mexicana está en boga quizá porque ahora forma parte del patrimonio inmaterial de la humanidad. Basta una lectura rápida de cualquier guía turística sobre el DF para saber que uno de los lugares que más recomiendan visitar para descubrir los sabores del país es el Café de Tacuba, que acaba de cumplir cien años de vida. La casona es del siglo XVII con techos altos sostenidos por vigas de madera, decorado con candelabros y mosaicos tipo talavera, cuadros de arcángeles y ambientación musical que corre a cargo de una estudiantina ambulante. El menú bilingüe proporciona diversión garantizada especialmente al llegar a los machitos fritos, traducidos como fried machitos. Lo realmente divertido es que la guajolota no tiene traducción ni vergüenza.
Después de servirme un agua de sandía, la mesera con uniforme blanco e inmenso moño en la cabeza, me sugiere probar un poco de todo y ese platillo se llama cuatro cositas (four little things, baby). Frijoles refritos, guacamole, arroz con menudencias, un tamal en salsa verde o chile relleno (a escoger), un taquito dorado y una probadita de la estrella del menú, la enchilada tacuba: tortilla rellena de pollo tierno bañada con salsa poblana cremosa y queso derretido que causa adicción instantánea. Ovación de pie se lleva el guacamole pensado para paladares que no comen picante.
En los postres aparecen los dulces típicos además del pastel de limón glaseado color verde radioactivo que se encuentra en el refrigerador de la entrada,...
Estos huaraches te los entregan crujientes y con el sabor a manteca muy presente, que además combina muy bien con las salsas picosas. Lo más pedido es la costilla de res, que llega cubriendo los dos huaraches que sirven de cajón.
Tip: pide diferente salsa en cada huarache para admirar las enormes diferencias entre las dos. A cada bocado añade nopal, cebollita y una embarradita de aguacate para una combinación perfecta. Ojo, venden tepaches a un lado.
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Lo encontré en el oculto centro comercial Park Plaza en Santa Fe. Hay que tomar un elevador hacia el segundo sótano y entre boutiques exclusivas y restaurantes de tono excesivamente ejecutivo, Cascabel aparece como un elegante respiro y un homenaje al chile cascabel, dado el nombre por su forma redonda y el sonido que emiten las semillas en su interior cuando está seco.
El restaurante es una enajenación a primera vista, está dividido en dos áreas y conviene más tomar un lugar en la terraza techada, pues la vista a través de los cristales hacia los espacios verdes de la plaza y su decoración con mesas a manteles blancos es mejor remedio para relajarse que cualquier medicina. Del otro lado está la segunda parte del comedor, cuyo ambiente es menos luminoso y ofrece la posibilidad de sentirse al interior. En suma, me hizo sentir que había llegado ahí por ser una ocasión especial, cómodo y dispuesto a probar.
La chef Lula Martín del Campo, reconocida cocinera de técnicas mexicanas es quien le dio forma al breve menú; un importante acierto cuando te facilitan encontrar tu camino. Para comenzar está el coctel de la casa, una combinación fresca de mezcal con jamaica, frutos rojos y chile cascabel. En las entradas hay tlacoyos, picaditas, sopecitos y dobladitas, pero me fui por la opción fría con una tártara de cecina. La sirven marinada en limón, jugo de carne y salsa inglesa, desde el montaje se observa la cebolla y el chile verde picados medianamente; en boca, la sal bastante...
Tal cual Oxxo, este tipo de restaurantes rápidos han invadido la Ciudad de México y es algo que amamos. Hamburguesas al Carbón Torreón se encuentra frente a la Plaza Tepeyac y cumple con una de las funciones que todos los mexicanos buscamos cuando comemos: comida rica, barata y rápida.
Su menú es ultrabásico. Hamburguesas sencilla, con queso, doble queso, con piña, queso piña, doble queso y piña —hawaiana como le dicen en mi pueblo— y refrescos.
Te formas, pides lo que quieres, pagas, se te entrega el refresco y esperas a que el cocinero te pregunte los vegetales para tu hamburguesa (lechuga, jitomate, cebolla, chiles) y los aderezos (salsa de tomate y mostaza). En lo que esperas puedes ver y oler el carbón cociendo la carne.
Si bien la presentación no es la mejor, su sabor lo compensa todo. No sé dónde compran la carne o cómo la preparan para que tenga el mismo sabor y textura suave. Como es un restaurante pensado para que comas y te vayas hay pocas mesas, pero hay repisas para que pongas tu refresco. Incluso hay gente comiendo dentro de sus autos, así que no te limites.
Pedí una de doble queso y piña, pero como tengo tanque grande tuve que volverme a formar para pedir otra. Vale totalmente la pena aguantar el calor del lugar, y el humo de la parrilla por una hamburguesa.
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En este local solía encontrarse La Memela Nuclear, pero tras una escisión familiar, apareció un negocio de nombre parecido y una personalidad disntina sin alejarse mucho del concepto original.
Su variedad es extensa y se atreven a crear memelas nunca antes vistas, como las vegetarianas con champiñones y nopales; la gourmet con arrachera o la memelita para niños, con jamón de pierna.
En el menú se encuentra la majestuosa memela suprema, con 250 gramos de quesillo y bistec planchuela. Ojo: este portento de la gastronomía de la Ciudad de México no es para principiantes.
También preparan las extrañas amarillas, son quesadillas con queso amarillo y rajas de chile jalapeño. Su sabor se acerca a los nachos del cine, pero aún mejor.
Aunque La Memela del Núcleo ha sido un poco irregular en sus horarios, siempre cumple con los martes de chilaquiles verdes, picositos y acompañados de costilla o huevo. No será difícil hacer de este lugar un favorito para después de una noche de fiesta o simplemente para disfrutar de un antojito delicioso.
Los esquites de Mr. Corn son de grano pequeño y su juguito es abundante en limón, lo que le da una acidez que se disfruta. También tienen diferentes salsas de mayonesa, de chipotle y de varios chiles. Puntos extra por tener la opción de crema.Aseguran que son el primer food truck que hubo en la CDMX y tienen algunos argumentos que podrían comprobarlo. Es una receta que ha perdurado a lo largo de los años y sobre todo, que son ahora una flotilla de vochos que pulula por las calles del sur y poniente de la ciudad. Consulta su página web para que ubiques sus movimientos.
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