Descubre las loncherías, las mejores tortas ahogadas y chiles en nogada en la Ciudad de México.
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Comida mexicana en la CDMX
El sueño de Nico, Alex y su primo Alberto, que comenzó como un libro –una enciclopedia, mejor dicho– de "Tacos en Tijuana", se expandió a un libro de "Tacos en CDMX" y ahora es una taquería al carbón: Tacos Domingo.
Después de probar y conocer todas las variedades de tacos en el país, los Domingo quieren que tu primera mordida sea de calidad. Sus insumos los consiguen con productores locales para un consumo responsable, provenientes de granjas que trabajan sin crueldad animal.
El menú es sencillo; ofrecen de entrada sus cebollitas con "menjurje", que emula la salsa negra de Tijuana, para dar paso a los tacos de asada, chuleta o costilla. También puedes probarlos en su versión volcán, que es más crujiente; eso sí, el queso se sirve aparte.
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La salsa y la carne son marinadas al menos quince horas con especias de la casa. Las tortillas vienen de Maizajo y puedes elegir entre harina o maíz. Probamos el taco de asada con queso en tortilla de maíz y, la verdad, con el menjurje de cebollitas y su salsa brava, esa carne suave con olor a carbón te hace agua la boca.
Pide su postre, que viene con cajeta y nuez, un cierre ideal, por no llamarlo "gloria". Tacos Domingo es uno de esos locales que te dan la bienvenida con su gráfica y onda, tan populares estos días para hacer lo que mejor sabemos en las taquerías de pisa y corre: taco recién salido del carbón, al que se le pone salsa, limón y a disfrutar.
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En esta taquería todo —literalmente toda la carta— lleva trompo de sirloin. Luego de su enorme éxito en la Del Valle, acaban de estrenar un segundo local mucho más grande y cómodo en la Juárez, el cual cuenta con una aireada terraza hacia la calle.
El origen de su popularidad es tan simple como una gran receta de la carne, pues tiene tan buen sazón que no se extraña otro tipo de taco. Lo más icónico de este lugar es el Taco Especial, que consta de una montaña de 150 gramos de top sirloin con tortillas de maíz, o bien su versión con queso fundido por encima. De ahí continúa el despliegue de la gama de platos de taquería con base en esta carne: quesadilla, volcán, taco árabe, costras, cuerno de chicharrón, baguettes etc.
Sin embargo, mi favorito fue el taco güero. Un chile güero relleno de, pues qué mas, sirloin y queso gouda. Para beber hay aguas de la casa, chela (micheladas o clamatos para más placer) y hasta cerveza artesanal o un carajillo. Quizás la carta peca de no ofrecer más opciones para vegetarianos, ya que solo hay volcanes o tacos de queso con champiñones.
Tip: Si quieres consentir a toda la familia, puedes comprar el sirloin ya preparado por kilo.
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¿Qué pero le pones al restaurante Amaranta de Pablo Salas? Yo, nada más uno: la distancia que nos separa de aquí a Toluca. Bueno, y los precios, aunque la comida los vale pero no son para ir todos los días. Por eso me alegra tanto su nuevo proyecto, Público Comedor, en la planta baja del edificio de oficinas y de Molière 50. Diseñado por Cecilia León de la Barra, es un espacio fresco y acogedor, con mesas de madera y acentos en verde botella, que da una sensación de amplitud gracias al techo de doble altura con plantas colgantes.
Es bueno que el lugar sea agradable, pero más bueno es que la comida sea sabrosa, de reconfortantes aires caseros, que tenga ecos de Amaranta —el ceviche de hongos, que aquí se transforma en tostada—, acentos mexiquenses como el chorizo, los coditos con trucha salmonada y el huarache de maíz azul martajado, y que se sirva sin oropeles, lo cual permite mantener precios accesibles: un plato fuerte está entre 65 y 110 pesos, con 35 más te dan una sopa chica del día o ensalada pequeña y quedas muy bien comido. Además hay desayunos, platos vegetarianos como el mixiote de verduras, servicio para llevar en porciones individuales y familiares, y tortas todo el día. Me cuentan que ya se fundó un culto para adorar la de pierna adobada con chipotle dulce y mayonesa de cilantro; seguramente cuando la pruebe me sumaré a sus filas.
Lo que sí probé: las costillas de cerdo, que absorben la temperada acidez de la salsa verde y las verdolagas con cada fibra y cada...
Por lo general, cuando un restaurante afirma tener el “auténtico sazón” de una región lejana, uno asiste incrédulo y a la expectativa sobre si los platillos verdaderamente cumplirán con lo prometido. Casa Regia no defrauda al comensal cuando anuncia que los sabores de Monterrey son igualados en su cocina.O sea, hablamos básicamente de carnes, de carne seca, de cabrito y de sus múltiples avatares. Esa cocina que antes que remitir a la ciudad industrial que es hoy, remite a lo que fue por siglos: una región de clima extremo semidesértico, agreste, montañosa, rural. Llena de… hum… cabritos pastando.La sopa de tortilla y los frijoles charros son una buena entrada. (Un consejo: evita el consomé que lleva el nombre de la casa: lo anuncian en la carta acompañado de queso asadero, aguacate y verdura y resulta ser un simple caldo de pollo con verdura hervida que parece salido del menú de un hospital.)Pero lo decisivo es el plato fuerte. La estrella de la casa, por supuesto, es el cabrito. Lo sirven deshuesado o no, acompañado de tortillas hechas en casa, salsas y una pequeña papa al horno; perfecto para compartir. Pero si tus compañeros de mesa se ven marros contigo, como buenos regios (dicen que son así, no nos consta), y no te convidan de su cabrito, pide otros platillos norteños. Hay machitos, taquitos de lechón, borrego a la griega, diezmillo, chilorio y caldillo de carne seca. Como corresponde a un menú regiomontano, la mayor parte de su carta son distintas elaboraciones de...
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Es un imperio femenino y poblano de recetas tradicionales. Son tacos y el menú se observa en las cazuelas humeantes de barro con más de 10 guisados en cuanto llegas, con la respectiva decoración de pápalo en un jarrito de barro.
Los más pedidos son los de rajas con crema o los de moronga, cuyo sabor combina a la perfección con unas gotas de limón y salsa roja. Lo que hace a estos tacos de guisado especiales es la longaniza que hacen en Puebla con una receta secreta que no encontrarás en otro sitio, va cocinada en salsa y en un taco con arroz que no necesita que le agregues nada más.
¡Llega temprano porque todo se acaba!
Cuando alguien pregunta por unos buenos tacos en Polanco, el 90% de los conocedores recomiendan el Rey del Suadero. Es una taquería que apenas se asoma sobre Horacio, a unas cuadras de Mariano Escobedo.
Por fuera y del lado izquierdo verás el enorme trompo de carne al pastor y del lado derecho la freidora especial para el suadero, en donde se aglomeran los oficinistas de Polanco a partir de las 2pm. Todo el día hay movimiento en esta taquería, y no es para menos pues aunque su nombre es muy claro, el suadero no es lo único deleitoso que te ofrecen.
La carne al pastor la sirven dorada y sabe mejor en tortilla de maíz con cebolla y cilantro; la lengua es suavecita y justa en sal, con salsa verde; el suadero también es otro tema, la carne es jugosa, poco grasosa y con sabor y textura característicos que le da la fritura. También hay longaniza, cabeza, costilla y chuleta, que puedes pedir en tortilla de harina o torta. También preparan birria, puedes pedir desde media orden (45 pesos) o para abrir el apetito un consomé.
No dejes de probar la especialidad: la creación del rey. Se trata de un pan árabe –pita– tostado con carne de suadero, tienes que pedirlo con queso y bañarlo la carne en salsa roja. Para beber, el mejor acompañante del suadero es la cerveza, con clamato, michelada o chamoy; ideales para la cruda.
Una vez que pruebes los tacos del Rey del Suadero serás tú mismo quien decida si son dignos de rendirles tributo.
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La expresión “huele a pan” toma un sentido completamente diferente cuando pasas por esta panadería, especialmente entre 1 y 3pm, pues es la hora de la comida de los oficinistas en la zona de Barranca del Muerto. La calle no sólo huele a pan, sino que huele a toda la gama de aromas que un horno puede expedir; como especias, levadura y alguna salsa. Esto se debe a la bipolaridad de la Hogaza, porque de ser una panadería en Plateros (a la vuelta), expandió sus horizontes para ofrecer más delicias que combinen perfectamente con un pan fresco y recién horneado en este restaurante. Ahora puedes disfrutar de ambas modalidades.
Todos los panes como cuernitos, baguettes, pasteles y tartas de la panadería, también los puedes adquirir aquí.
Este restaurante tiene una terraza con un par de mesas y en el área interior unas cuantas más para que comas y bebas café chiapaneco recién hecho. El menú es como el de una fonda y los precios lo sustentan. Para desayunar hay chilaquiles con pollo o huevo, a 40 pesos. Tienen todas las posibilidades de revoltura con huevos: con chorizo, salchicha, tocino y hasta espinacas. Si tienes el estómago delicado pide un plato de frutas surtidas con queso cottage. En realidad, yo probaría los molletes porque el pan es excelente y en el menú los anuncian con “con pico de gallo y un toque de especias”.
Para comer la cosa se pone aún mejor, hay ciabattas con jamón de pavo, serrano y de pechuga; probé la de salami artesanal con queso manchego y quedé mucho más...
Hubo una época, no tan lejana, en la que comer en el restaurante de un hotel era el último recurso. Pero nuestro país ha crecido mucho gastronómicamente y esa efervescencia empuja hasta a las marcas mejor establecidas a renovarse: así sucedió con Zanaya, el nuevo restaurante del Four Seasons Ciudad de México, que sirve comida del Pacífico mexicano con vista a uno de los jardines más encantadores de la ciudad.
De entrada, comer pescado zarandeado, tal como se sirve en la playa, pero en un hotel de lujo, suena literalmente fuera de lugar; sin embargo, el cuidado con el que se reproduce esa técnica de cocimiento tradicional en una zaranda construída ex profeso —aunque se usa leña de encino, en lugar de mangle, que es la que se acostumbra allá— y la frescura de la pesca que llega todos los días de Nayarit, además de la sazón y el entusiasmo de su joven chef, Tonatiuh Cuevas, convencen a cualquiera. El que probé era una pieza para dos personas, con adobo rojo (también lo sirven marinado con cerveza y limón): se sentía el picor moderado del guajillo y su sabor vivaz, que resaltaba con el sutil ahumado de las partes más doradas, y no estaba nada seco, pero el chef recomienda pedirlo entre cuatro personas, para que el pescado tenga el tamaño perfecto para soportar el fuego directo sin cocerse de más. Se acompaña con unos tacos de queso panela oreado y frijoles azufrados (canarios o amarillos) y un carrusel de magistrales salsas. También se puede pedir pulpo zarandeado, camarones o...
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Este es un gran secreto de la zona sur de la CDMX. Los tacos son tan célebres que tres días de la semana es suficiente para tener un público fiel y agradecido. Los tacos rebosan de relleno, sobre todo el de adobo. Por si fuera poco, las salsas están en su picor exacto.
Aunque no tienen dirección precisa es fácil encontrarlos: el puesto con mayor aglomeración de gente sobre Calzada del Hueso, justo a un costado de Pericoapa y frente al supermercado.
No te quedes con las ganas y prueba todas las recomendaciones del top 5 de tacos de canasta.
Pehüa ("comienzo" en náhuatl) es un restaurante nuevo con alma vieja, en el mejor sentido ya que sus platos se preparan con técnicas de vanguardia, pero surgen de recuerdos entrañables de sus cocineras y de muchos de nosotros: desde los minipanes de feria con los que te reciben, acompañados con nata fresca y salsa de cuatro chiles, hasta su postre "germinado", con el que te sentirás de regreso a la primaria llevando tu frijolito sobre algodón húmedo en un frasco de vidrio, pero en versión gourmet, pues debajo de un crujiente de amaranto con brotes verdes, tiene una capa de algodón de azúcar y un panqué de hoja santa con un toque de epazote –sutil pero respondón– que nos recuerda que esta hierba aromática no se deja domar con facilidad.
Visualmente, sus presentaciones son modernas y elegantes, pero en cada plato reconocerás elementos que te reconectan con la memoria sensorial personal, y con la vastísima memoria colectiva de México: sus esquites de maíces criollos con chileatole, por ejemplo, son la suma de dos grandes platos, uno netamente callejero y otro de origen prehispánico, con un remate contemporáneo. Comienzas a comerlos y te sientes transportado a la Polaroid de bordes difuminados, pero con colores intactos, de los primeros esquites que probaste en la vida, los que comían tus papás, tus abuelos, con algunos granos suaves y dulzones, otros un poco más resistentes a la mordida, y el sabor intenso del queso cotija, y luego la reconfortante calidez del chileatole,...
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