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Si no estás en la lista de invitados, si no eres amigo de Zemmoa –la cadenera travesti– o si no cuentas con tarjeta o anillo de membresía, pasarás un momento incómodo afuera de una puerta cerrada mientras una pequeña cámara te observa. Entrar a uno de los mejores antros de la ciudad no es fácil, pero si lo logras querrás regresar cada fin de semana.
M.N. Roy, “Em. En. Roy”, “Monroy”, “Roy” o como quiera que le llames, lleva el nombre de la persona que habitó la casa que hoy ocupa este ecléctico espacio arquitectónico: Manabendra Nath Roy, revolucionario, activista y teórico indio que a principios del siglo pasado fundó el Partido Comunista Mexicano. Un siglo después, en lo que alguna vez fue una guarida socialista, hoy podrás encontrarte a León Larregui de Zoé (socio del lugar) dando vueltas por ahí o a Adanowsky y otras figuras de la escena artística poniendo discos.
Al cruzar la puerta negra de la entrada, la creación de los arquitectos Emmanuel Picault y Ludwig Godefroy contrasta con la descuidada fachada exterior. Un pasillo claroscuro, con paredes de piedra volcánica grabadas con arte puuc te llevarán al cuarto principal. De lado derecho, el DJ booth se alza debajo de paredes de madera de doble altura que asemejan una pirámide, mientras que del lado izquierdo, la barra principal se extiende debajo de altos techos y paredes con recubierta de cobre.
Para tomarte un descanso, sube al segundo piso, donde una fila de columpios se prestan para platicar con trago en mano y fumar un cigarro. Alrededor de las tres de la madrugada, llega el momento cumbre de la noche y va en aumento conforme el cielo se va iluminando. Si te gustan las fiestas sin control hasta el amanecer, vale la pena que esperes en la entrada.
Después de una mala racha, debido a la popularidad que adquirió hace un año el Rhodesia, que pese a estar a una distancia de varias calles, atrae por el tipo de lugar y de música al mismo tipo de público, el Leonor está de vuelta y con todo. Cada fin de semana, este pequeño lugar con decoración similar a una elegante sala de estar, alberga noches épicas de baile, excesos y diversión. La música cambia con el DJ en turno, pero los set lists más exitosos son los que van desde los clásicos de Michael Jackson y Madonna hasta los beats más hot del momento.
El único problema es que por ahí de las tres de la mañana, ir de la pista de baile a la barra (una distancia de aproximadamente cuatro metros) significa ser pisado y empujado por las decenas de personas presentes. Si finalmente llegas a la barra, deberás esperar otro rato para que te atiendan y te cobren. Sin embargo, a pesar de estos contratiempos, que más bien hablan del éxito del lugar, Leonor se ha posicionado como uno de los mejores centros nocturnos de la zona, donde te encontrarás sudando en la pista de baile hasta el amanecer.
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Nueva York en plena Roma (en ese antro que está junto al Faraón)
Comparada con la estadounidense, la escena nocturna de la Ciudad de México fue por mucho tiempo, y lo es de alguna forma todavía, parecida a la de ciudades como Los Ángeles o Las Vegas. Clubes grandes, decoración fastuosa, música pop estridente, servicios con botellas al por mayor y una concurrencia por demás glamourosa. En cambio, la vida nocturna de ciudades como Nueva York o Chicago, con clubes pequeños, sobrios y musicalmente innovadores, fue ignorada como modelo en nuestra capital. Hoy en día el panorama es diferente. Desde hace algunos años los antros de este tipo han adquirido cierta relevancia y la moda nos lleva en otra dirección.
Es aquí donde aparece el Walther, un lugar que, en palabras de su propio staff, busca emular la escena neoyorquina; propósito que cumple de manera más que acertada sin dejar de ser chic. En tan sólo un mes se ha hecho de buena fama, lo que hace que la entrada al lugar sea realmente un suplicio y que en cierto punto adentro no se pueda caminar. Pero dejando estos aspectos de lado, Walther traslada a sus clientes a un club fuera de este país. La antigua casona de la colonia Roma, con sus diferentes niveles y su patio abierto, recuerda a los pequeños clubes de viejos ladrillos en la costa Este norteamericana.
El electro que aquí suena es una grata alternativa a lo que generalmente se escucha en el DF y sus bartenders se preocupan por ofrecer algo más que una simple cuba, como el acidito shot Walther, obligado para empezar la noche. Si bien la concurrencia es bastante fresa, el ambiente es más bien fresco, no hay poses ni presunciones exageradas.
Un problema con el que se tiene que lidiar en casi todos lados en México y del cual Walther no está exento, son los males necesarios llamados cadeneros. Esto obliga a llegar temprano, tener paciencia y aguantar gritos, empujones y hasta posibles pickpockets, pero ya adentro el ambiente y la música ayudan a olvidar a los dioses de la cadena.
Walther pinta para posicionarse como favorito por un buen rato y esperemos que no sólo emule a sus contrapartes americanos, sino que tome la batuta y lidere la escena en la capital, proponiendo cosas diferentes sin perder el estilo.
Regresar al C.S. Rhodesia después de casi un año me intrigaba mucho. Dejé de ir porque como siempre, el furor de lo nuevo termina por agotarse. Pero al volver noté inmediatamente por qué este lugar, a casi dos años de su apertura, sigue llenándose cada fin de semana.
Ideado por jóvenes que querían un antro donde la música no fuera el mismo techno-pop de siempre ni el R&B reggaetonero clásico del springbreak, sino nuevas propuestas que aterrizaran géneros como el electro, dubstep y hasta rock en la pista de baile. La vibra desenfadada y cool que encuentras en Rhodesia es perfecta para pasarla a gusto bailando y echando drinks con tus amigos (los famosos Chupitos de $30 son un must: diversos licores y sabores preparados de diferentes formas en shots que le dan cuerda a tu fiesta). No pienses en tener mesa con cinco botellas ni te preocupes por acabar con la camisa de vestir y zapatos de piel llenos de manchas de Jägermeister o quemaduras de cigarro. Desde la amabilidad de los cadeneros, hasta la creatividad de Abraham, el bartender estrella, la buena onda fluye fácilmente. En algún momento de la noche tienes que subir al dark booth en el último piso, donde la oferta de Chupitos cambia y otro DJ mezcla para unos cuantos conocedores hasta altas horas de la madrugada. No es casualidad que este lugar haya visto pasar por su cabina a varios músicos de fama y calidad mundial, tampoco lo es que sus dueños acaben de inaugurar un antro nuevo y un foro para conciertos. Es sencillo, Rhodesia se llena cada fin de semana porque tiene madera de clásico.
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Detrás de una amplia barra se encuentra un hombre con habilidades que van más allá de la mezcla de licores: un barman con tendencias pirómanas te espera si decides tomarte el shot Santería. Este trago combina más de cinco tipos de bebidas entre las que destaca el Jagger e Hypnotique. Pero lo bueno viene al momento de servirlo: se enciende una pequeña hoguera con el shot al centro mientras el barman se avienta un flamazo al más puro estilo de un tragafuegos.
Esta es sólo una de las sorpresas que te llevarás dentro de este antro con decoración inspirada en la mansión de Playboy. En el área principal se encuentra un amplio living, donde no se necesita de pista de baile para que te muevas al ritmo del pop en inglés mezclado con dance. Para los clientes más exigentes, en la parte superior encontrarás dos pequeños saloncitos con cama incluida para tomarte una copa y relajarte a gusto.
Si no te gusta ser examinado de pies a cabeza para poder entrar a un antro, este lugar no es para ti. “Popeye” es quien decide quién entra y quién no y no es fácil de convencer. Te recomendamos evitar los tennis, mejor aplica el tacón con vestido y la camisa con mocasines.
Cover hombres: $200
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