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Dos terceras partes de películas de Bond y una (difícil) de ciencia ficción abrumadora. Tenet es una superproducción con grandes ambiciones: no se trata solo de salvar al cine, sino que quiere reinventar la manera de procesar tu gramática visual.
Las películas de Christopher Nolan generalmente vienen con un borde experimental, aunque lubricado por presupuestos de siete cifras, y Tenet se siente como su esfuerzo más elaborado hasta ahora. La información visual llega en múltiples direcciones, en secuencias de acción que ofrecen un pequeño respiro de las ideas que doblegan el cerebro, y la acompañada la estridente musicalización de Hans Zimmer y Ludwig Göransson —perfecta para Imax.
Al inicio, Tenet te arrulla con una hora de apertura llena de lugares exóticos: Mumbai, Italia, Londres y una variedad de lugares escandinavos y bálticos, mucha demostración de inteligencia y hombres con trajes tan afilados como un bisturí. En un operativo hábilmente montado en un teatro de ópera ucraniano se presenta al agente estadounidense John David Washington (El infiltrado del KKKlan). Pronto él está saliendo de un aprieto que involucra a algunos pesos pesados rusos y un juego de alicates, y se le encarga de investigar una amenaza existencial que implica a un misterioso palíndromo, Tenet, y el concepto de “inversión del tiempo”: la idea de que el tiempo puede retroceder, así como ir hacia delante.
No hace falta decir que este descubrimiento no se utiliza para modificar los pedidos de UberEats. El protagonista aprende de un científico (Clémence Poésy) que ha abierto nuevos y aterradores caminos para un villano resentido con la humanidad. "Tu deber trasciende los intereses nacionales: se trata de supervivencia", le dice al protagonista un agente.
Así, Tenet comienza a sentirse como esa película de un espía en acción que has visto muchas veces. Una bonita escena en un club de miembros de Mayfair, en la que Michael Caine ofrece inteligencia y bromas como un agente experimentado, solo refuerza la sensación de que está tomando forma de un thriller de espías convencional (los paralelismos con Inception son sorprendentes hasta este punto).
Robert Pattinson aparece como en una especie de 008, ofreciendo la elegante disolución del antihéroe de Graham Greene como el compinche del protagonista. Un Goya falso se convierte en un divertido McGuffin para poner en marcha la trama. Hay una escena de pelea corta y nítida en las cocinas, algo así como Promesas peligrosas lo hizo en los baños de vapor.
Foto: Cortesía Warner Bros. Pictures.
Y ahí es cuando Tenet desata su carga de física teórica de grado Kip Thorne (el colaborador en Interestelar de Nolan obtiene un reconocimiento en los créditos) y trucos visuales. Es como pasar del divertido Sudoku a uno más diabólico, jamás creado. Este no es un éxito de taquilla para relajarse, incluso sería difícil argumentar que Nolan lo hizo. Al igual que con Inception e Interstellar, Tenet es una película diseñada para desmenuzarse en múltiples visualizaciones y tal vez en uno o dos podcast. Los detalles de su trama detallista pasan rápidamente, especialmente durante un tercer acto maximalista, que repite algunos de los defectos de The Dark Knight Rises.
Es una pieza con la moral corroída como el Gotham de Nolan, y una sensación de sobrecarga se activa cuando las secuencias de acción multiplex se escenifican, se invierten y vuelven a escenificarse desde una perspectiva diferente. En comparación, seguir las tres líneas narrativas de Dunkerque es muy fácil. El desafío no es tanto mantenerse al día, sino aguantar.
El hechizo de Tenet es más resistible y su núcleo emocional más silenciado, que el mejor trabajo de su director. Lo que está en juego es enorme y mínimo, todo a la vez. El elenco lucha por elevar a sus personajes más allá de los cifrados de películas de espías. Tan carismático como es Washington, el protagonista se convierte en una compañía fría y extrañamente incognoscible mientras cruza espadas con el traficante de armas ruso (Kenneth Branagh). Elizabeth Debicki (The Night Manager) se preocupa por un hijo que apenas nos presentan; es un descuido flagrante, en una película que depende de la relación para el lastre emocional. Mientras tanto, el superbad ruso de Branagh cuenta entre sus rasgos clave de carácter: beber vodka, usar pantalones de cintura alta y obsesionarse con su Fitbit.
Los devotos de Nolan seguirán disfrutando de las ideas cerebrales de Tenet y, sin duda, perdonarán su clímax sobrecargado. A la par, los cinéfilos más informales sacarán mucho provecho de su dinero en medio de sus vastos efectos visuales; el director de fotografía Hoyte van Hoytema empapa la ubicación nórdica con grises impresionantes, mientras que una foto de la costa de Amalfi desde lo alto de un acantilado es absolutamente seductora.
Después de cinco meses atascado frente a la pantalla chica, tal vez estar un poco abrumado no sea nada malo. Pero es difícil escapar a la sensación de que menos podría haber sido más.
Tenet Dir. Christopher Nolan. Con John David Washington, Robert Pattinson y Elizabeth Debicki. Estreno: septiembre.