Si hay tres cosas que necesitamos en este punto de 2021 (o extensión de 2020), esas son: viajes que nos saquen del sillón que hemos calentado los últimos 10 meses, risas que sean consecuencia de verle el lado “divertido” a todo y shows breves. Eso es apenas la punta del iceberg de la nueva serie de Netflix, Supongamos que Nueva York es una ciudad (Pretend It's a City). Aunque, claro, al descubrir el nombre de su protagonista (Fran Lebowitz) deducirás que no será un usual viaje a la Gran Manzana y las gracias no brotarán de los apuntes más amigables.
Con el pretexto de llevarnos por el subterráneo, los cruces tumultuosos y las vistas de los rascacielos de Manhattan, Martin Scorsese (con rol de director, productor y entrevistador en este documental) en realidad rinde su cámara ante la mordaz personalidad de su amiga Fran Lebowitz, escritora conocida en Manhattan (y para muchos la Dorothy Parker de esta época) por su cáustico humor y sus observaciones agudas acerca de la vida en la ciudad que domina desde los setentas —cuando el escenario no era el más Friends—.
No te angusties si el nombre de la autora de Social Studies no te es familiar, esa no es restricción para disfrutar de esta serie; de hecho, pareciera que su objetivo es mostrar al mundo no neoyorkino las aristas del personaje. Retomando el formato de una anterior colaboración juntos (Public Speaking, 2010), Supongamos que Nueva York es una ciudad tiene como columna vertebral entrevistas entre Scorsese y Lebowitz —en un speakeasy de la ciudad o sobre una réplica miniatura de la misma—, y se complementa con imágenes de archivo de charlas entre ella y figuras como Spike Lee y Olivia Wilde.
Foto: Cortesía Netflix.
De esta forma, Pretend It's a City te conduce por sintéticas reflexiones de temas profundos y te estampa tres segundos después contra el sarcasmo de su protagonista: Fran apunta hacia aquello que no está tan en el foco de la vida LGBT, del #MeToo, de la hostilidad de sus vecinos, del consumismo, de la tecnología y más, solo para hacerte soltar la carcajada de inmediato —casi en todos los casos—.
Aunque la idolatría del realizador hacia su protagonista es muy evidente —en ocasiones te vas a reír más de las reacciones de Martin, que de las declaraciones de la entrevistada—, el retrato final de Fran no tiene la intención de mostrarla perfecta.
El diálogo que atestiguas, y que en ocasiones se torna monólogo, te lleva a entender por qué hay equilibrio entre seguidores y detractores de la escritora. Por el aire snob de sus declaraciones y los acentos de soberbia que hay en sus afirmaciones, seguramente no desearás encontrártela nunca en el metro de Nueva York. Eso sí, querrás escuchar cada detalle de su experiencia laboral con Andy Warhol o cómo es que porta mancuernillas hechas por el gran Alexander Calder o el día en que Leo DiCaprio le salvó una estancia en un avión.
Con sus siete capítulos de 30 minutos o menos, Supongamos que Nueva York es una ciudad no hará que te despegues de tu sillón —vas a maratonear, te lo aseguramos—, pero sí te hará olvidar que estás en él desde hace 10 meses o más.
Supongamos que Nueva York es una ciudad. Por Netflix