Sebastián Hoffman, director de Tiempo compartido
Foto: Cortesía Piano
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Sebastián Hofmann presenta Tiempo compartido, el thriller cómico que triunfó en Sundance

El director mexicano estrena una película que transita entre el drama, la comedia y el suspenso protagonizada por Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte y Andrés Almeida

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La película Tiempo compartido lleva a su extremo máximo la idea de las vacaciones ideales que se convierten en un infierno —algo que nadie quiere vivir—. La cinta que escribió su director Sebastián Hofmann, junto con Julio Chavezmontes —Eco de la montaña (2014)—, convierte el paraíso que significan los tiempos compartidos vacacionales en un mundo adoctrinado y estandarizado en un ambiente con tintes de terror.

Después de ganar los premios a Mejor guion del Festival de Cine de Sundance, Mejor actor —Luis Gerardo Méndez— en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y dos Premios Ariel, por Coactuación masculina —Miguel Rodarte— y Actor de cuadro —Andrés Almeida—, la cinta por fin estrena en cines comerciales el 31 de agosto, por lo que buscamos a su director para que nos compartiera de dónde nació su inspiración y los retos que representó hacer esta película.

¿Qué sucedió en tu trayectoria cinematográfica entre tu ópera prima Halley (2012) y Tiempo compartido?
Muchas cosas, una de ellas fue Piano, empresa que formé con Julio Chavezmontes después de hacer Halley. En cinco años producimos otras películas. Después ya no quise dirigir. Tenía el sueño de producir cine alternativo, como el que me gusta ver. También me dediqué a escribir junto con Julio el guión de Tiempo compartido, sabíamos que era una película de mayor escala y por eso nos llevó más años concretar el presupuesto. 

Foto: Cortesía Piano

Luego de la experiencia que tuviste con Halley, ¿crees que Tiempo compartido es una manera menos experimental de hacer cine? 
¡Al contrario! Es mi película más experimental porque experimenté para hacerla más clásica y de diferentes géneros. Es un filme que en realidad tomó muchos riesgos. Estuve muy inseguro al momento del montaje y cuando la edité porque no sabía si funcionaría ya que tiene muchos tonos y no la puedes encasillar en una comedia o una tragicomedia con elementos de suspenso.

Además, trabajar con actores conocidos en la comedia como Luis Gerardo Méndez, Miguel Rodarte y Andrés Almeida fue un gran experimento. La manera en la que la reciba el público, también será otro experimento, porque no hay una película así en el catálogo del cine nacional.

Sin duda, Tiempo compartido es la película más rara que he hecho porque Halley, a pesar de parecer experimental al no tener diálogos, tener tres personajes y ser cine zombi alternativo,  es una cinta que dentro del nicho de cine de autor encajó muy bien y fue bien recibida en festivales y con el público, pero con Tiempo compartido la moneda está en el aire, en espera de ver si encuentra su público. 

Ya eran temibles esas llamadas telefónicas en las que te invitan a un desayuno con toda tu familia —en un lujoso hotel— para venderte tiempo compartido, pero con esta película haces ver esta invitación terrorífica, ¿cómo surge esta peculiar historia?
Parece broma, pero mi mamá vendió tiempos compartidos cuando yo era niño y me pareció un mundo muy bizarro y al mismo tiempo siniestro, con matices cómicos. Me gustó la idea de basar el universo de una película dentro del mundo de las ventas de tiempos compartidos. Conocer esta industria, cómo se manejan, cómo hacen para venderlas y cómo viven de las comisiones, fue un poco la excusa para hablar de muchos otros temas, como la familia o la crítica al capitalismo desbordado. Y aunque no es la idea central, también aborda la recolonización de México a partir del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Lo curioso es que esta broma no se entiende en Europa, porque en las funciones que tuvimos recientemente en Alemania, la mayoría de las preguntas fueron sobre qué son los tiempos compartidos, porque allá no los tienen, es un concepto que surgió en Estados Unidos.  

Crear una atmósfera de suspenso y hasta miedo sin contar con recursos como efectos especiales, ¿fue un reto complicado?
Lo que más disfruto del cine es el tono y la atmósfera. Soy un gran amante del cine de horror, sin embargo, nunca he hecho una película así. Tiempo compartido es un poco el reflejo de mis manías y obsesiones, por eso le inyecté esa atmósfera de cine de horror. Quise que estuviera presente, que fuera como una sombra, pero realmente queda en el espectador llenar esos espacios vacíos y que interprete la película. 

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Juegas con diferentes tipos de humor, desde el negro hasta la ironía, ¿hubo alguna referencia literaria o cinematográfica para lograrlo?
Luis Buñuel es uno de mis cineastas favoritos, así que creo que la película podría ser una oda a él o a Stanley Kubrick. El resplandor (1980) es una gran referencia. Cuando escribimos este guión no pudimos dejar de pensar en esta película —cuando lo que quieres es hacer una historia que sucede en un hotel y donde una familia está encerrada—. Julio y yo pensamos que sería interesante darle toques fantasmagóricos y los monstruos son los patriarcas de la familia, por su paranoia y demencia. Me encanta también el humor físico, soy fan de Buster Keaton o Chaplin; yo quería un poco de humor físico, ironía y cinismo. 

Además haces un interesante juego entre la comedia y el drama que lleva al espectador a diversos estados de ánimo, ¿cómo fue el reto de lograrlo?
En la historia del cine mexicano hay dos tipos de películas: comedia y tragedia. El melodrama puro y directo y la comedia con el chistorete fácil. Nosotros quisimos hacer una película muy mexicana; culturalmente hablando, para México lo más importante es la familia. Casi todas las películas mexicanas de los últimos 30 años tienen que ver con esto, así que nuestra idea macabra fue pensar: qué pasa si intervenimos un poco este género y hablamos de la familia en un ambiente torcido u oscuro y que se le plantee casi como si fuera una secta. También habla de la familia sanguinea, pero también la corporativa, lo que significa pertenecer a una empresa. 

El trabajo de Luis Gerardo Méndez, Andrés Almeida y Miguel Rodarte es excepcional, ¿cómo se lograron esas tonalidades tan diversas en la actuación?
¡Es que estos güeyes son unos genios! Con cada uno hice un trabajo completamente diferente. Un director es tan bueno como sus actores, así que sucedió como dice el viejo cliché: dirigir es 98 por ciento hacer un buen cast. Cuando filmamos veía a estos maestros como público: me sentaba a un lado de la cámara a verlos actuar. Los humanizaron de tal forma que hace que funcione la película, porque sientes empatía sobre todo con Andrés Almeida y Luis Gerardo Méndez. 

¿Por qué tomaron la decisión de exhibirla comercialmente tan pronto si su estreno fue en enero y al parecer seguirá su recorrido en festivales de cine?
Desde el principio se tomó la decisión de lanzarla pronto. Con Halley me pasé casi un año y medio viajando en festivales y en ese lapso no pude escribir otro proyecto. Para un director, hasta que se entrega al público la película es cuando termina su trabajo y hay una liberación energética. Ya se puede dedicar al siguiente proyecto. Ahora tengo muchas ganas de regresar al ruedo, no quiero que vuelvan a pasar otros cinco años y quiero volver a filmar el año entrante. Y sí, estuvo en festivales, más o menos durante seis meses, a partir de su estreno en Sundance.

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