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[title]Más sangre, más grande. El regreso de Ghostface en una nueva entrega de la franquicia sucede de mejor manera que su predecesora, para deleite de los nuevos fans y de aquellos que se quejan hasta por el más mínimo cambio en el canon.
Scream 6 cuenta con una dupla de screamqueens que apuesta por refrescar las entregas, Jenna Ortega y Melissa Barrera, funcionan como finalgirls en pantalla, pues su química es innegable las dos horas de la cinta. Sin duda, la nostalgia sigue viviendo en este tipo de películas —no solo de slashers— pues el retorno de Courteney Cox y Hayden Panettiere aportan más al guion de lo que podría pensarse. Si a eso súmanos callejones y el Metro de New York, estamos frente a la entrega, quizá, más fresca de Scream en los últimos diez años.
Los chistes sobre la franquicia, las referencias a todo lo que Wes Craven y Kevin Williamson construyeron están ahí. Y eso se agradece. Pero Scream 6 tiene una personalidad propia donde los giros en la trama y la tensión se mantienen presentes en la cinta hasta el tercer acto (ni siquiera nosotros le atinamos a la identidad de Ghostface). Hay muchas puñaladas y saltos de asiento, que ya eran necesarios.
Aunque este tipo de cintas pueda resultar predecible, el contar con guiones inteligentes y burlarse del genero la convierten en la mejor de las últimas sagas —incluida la serie de MTV— por mucho. La tradicional secuencia de inicio, donde siempre hay una rubia en desgracia, resulta de las más retorcidas que hemos visto en años.
Pero lo más atractivo de Scream 6 es justo el ver a Melissa y Jenna tomar la batuta de una nueva generación de finalgirls, con todo y problemas adolescentes «reales», en una trama que continuamente homenajea el terror ochentero. Si eres fan de Scream lo vas a disfrutar y si no tienes idea de nada, este es un buen comienzo, porque Ghostface regreso para quedarse. Y qué bueno.
También pensamos que Sidney Prescott debe descansar en paz. Lo merece.